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24 enero, 2012

Visita al Monte Bromo

18-19 de enero de 2012 

Si uno mira las noticias recientes de Indonesia (el cuarto país más poblado del mundo), las perspectivas no son muy buenas: erupciones volcánicas (es el país con más volcanes activos del mundo), terremotos, un tsunami, ataques terroristas, frecuentes accidentes de coche, naufragios de barcos, e incluso tenemos al dragón de Komodo, un reptil de hasta 3 metros y 100 kg, cuya mordedura puede ser mortal. Toda una joyita, vamos (esperemos que nuestros padres no estén leyendo esto). La parte buena es que nos hemos sentido millonarios por un día, después de sacar 2 millones de rupias del cajero automático (cerca de 180 Euros al cambio).

Sin embargo, las miles de islas (11.000 deshabitadas, y 6.000 habitadas) de este país (muy seguro, a pesar de la mala publicidad) están llenas de lugares fascinantes: uno de ellos, en la isla de Java, es el Monte Bromo  (Gunung Bromo), un volcán activo que entró en 2010 en erupción. El paisaje es una mezcla entre la superficie lunar y el reino de Mordor.

Ya que está situado convenientemente de camino a la Isla de Bali, decidimos hacer una parada en el viaje desde Yogyakarta. Podíamos hacerlo por nuestra cuenta o, como la mayoría de turistas, contratar un tour que se ocupara de todo. Después de leer toda la información, nos decantamos por el viaje organizado, debido a que de lo contrario había que quebrarse demasiado la cabeza para encajar todas las piezas.

El minibús nos recogió de nuestro hotel a las 7.30 de la mañana; e hicimos el viaje en compañía de un chico ruso y tres francesas, y hasta las 9 de la noche no llegamos a nuestro hotel (tuvimos que insistir a nuestro chófer para que hiciera una parada para ir al baño, casi no quería parar). Aunque estábamos cerca del ecuador, al estar nuestro hotel a más de 2.000 metros, hacía un buen pelete, y tuvimos que abrigarnos bien.

Unas horas más tarde, a las 4 de la mañana, nos recogió nuestro jeep para llevarnos a un mirador donde ver la salida del sol, con el monte Bromo al fondo. ¡Una vista mágica, y un frío del carajo, hubo que abrigarse hasta las orejas! Una hora más tarde, el mismo jeep nos llevaría hasta la base de otro de los volcanes, en el que se puede subir hasta el mismo cráter. A la bajada, Hanna aprovechó para probar una de las atracciones turísticas, y volvió a caballo. Después de eso, sobre las 8 de la mañana, volvimos al hotel, desayunamos, terminamos las maletas y a las 9 nos recogió el autobús destino a la Isla de Bali.

En un primer momento nos habían dicho que llegaríamos sobre las 4 de la tarde a Lovina (nuestra primera parada en Bali), y que el viaje sería directo, pero como ya sabemos aquí que los horarios son flexibles, nos olíamos que sería algo más. Efectivamente, a las 5 de la tarde aún no habíamos cogido el ferry, y hasta las 11 (con cambio horario incluido, ya que Java tiene diferente zona horaria que Bali) no llegamos al hotel (previo cambio imprevisto de autobús a una furgoneta local). Para entonces, después de pasar todo el día sentados, teníamos “el culo plano”. Afortunadamente, el hotel en Lovina era bastante acogedor y ofrecía masaje balinés. Pero esto, querido lector, es material para otro post en el blog.

Gastos:

Tour a Bromo (hotel y viaje a Bali incluido): 45 euros

Entrada a Mt Bromo: 2,5 euros

Bajada a caballo: 2 euros

Otro precioso amanecer digno de un buen madrugón

Por fin encontramos a alguien que nos hace una foto!

Ha salido el sol y ya toca bajar

Subida al cráter

¿Indonesia o Mordor?

El jeep de los años 60

Bajando a caballo

Ferry a Bali

En el ferry a Bali con Java al fondo

30 diciembre, 2011

Por qué (y por qué no) dar la vuelta al mundo?

Por qué no:

Para encontrarte a ti mismo

Para ello no necesitas estar perdido en la India, en las playas de Tailandia o navegando por el Mekong, ¡puedes hacerlo desde casa!

Para huir de tus problemas

Si esta es tu única motivación para viajar, tenemos noticias para ti: tus problemas probablemente estarán esperándote a la vuelta.

Para relajarte y olvidar el estrés

Relajación? ¡Ja! Cada día toca pensar dónde vas a dormir, qué vas a comer… Todo ello mientras echas un ojo a tu mochila para que no te la roben, y te preguntas diez veces si el vendedor o el conductor del taxi está intentando timarte, e intentas hacer un cálculo mental rápido de cuánto cuesta la dichosa entrada en euros…

Para descansar

Es cierto que habrá algunos días en los que tu única ruta sea cama-restaurante-cama-restaurante-cama, pero también habrá largas noches en aeropuertos, días en los que hay que levantarse a las 4 de la mañana para coger un autobús, o trenes/autobuses nocturnos en los que puede que te cueste conciliar el sueño.

Para llegar al destino

En un viaje así, una cosa está clara: lo importante es el camino.

Para visitar los monumentos más famosos del mundo

Por supuesto, para gustos los colores. Pero desde aquí os podemos decir que nuestras experiencias más memorables no han sido visitando los lugares más turísticos; mucho más enriquecedores han sido las pequeñas aventuras o el contacto con gente local, de los que hemos aprendido valiosas lecciones.

Para ser un pionero

En todos los países hemos conocido a gente que está dando la vuelta al mundo; incluso en Agra conocimos la historia de una pareja que lleva viajando… desde 2003 (haced las cuentas!). También en Laos encontramos a otra que daba la vuelta al mundo… montados en bici, a una media de 100 km. diarios!

 

Por qué sí:

Para conocer a personas realmente interesantes

Viajeros somos, y en el camino nos encontraremos, dice (más o menos) el refrán. Si decides echarte la mochila al hombro y salir de viaje, no dejarás de conocer a numerosos viajeros, en cualquier hostal, restaurante o café, dispuesto a contarte sus aventuras. Pero además del contacto con viajeros, las experiencias con la gente local son siempre remarcables.

Para apreciar lo que tienes en casa

Cuando llegas a un lugar sin agua caliente y con cortes continuos de luz, te das cuenta que algunas cosas que damos por hecho no lo son tanto. Seguramente, los baños públicos de tu país te parezcan relucientes después de lo que encuentras a lo largo del viaje. Además, probablemente no tardes mucho tiempo en empezar a echar de menos a tu familia y amigos (apuntaos al viaje!).

Para poner en perspectiva tus problemas

Como cuenta la historia: “estaba preocupado porque no tenía zapatos… hasta que conocí a un hombre que no tenía pies”.  Cuando sales de viaje, conocerás a personas que no han tenido tanta suerte en la vida, algo que te hará replantearte seriamente la gravedad de lo que hasta entonces tenías la osadía de llamar «problemas».

Para practicar tu paciencia

Cuando tienes que pasar toda la noche en un autobús parado porque ha habido un desprendimiento, o tu viaje medio en cualquier medio de transporte sea de unas 6 horas, dejarás de preguntarte: “¿cuándo llegamos?”, y en lugar de eso te pondrás un poco más cómodo en tu asiento, bebes un trago de agua y continúas sin perder la sonrisa.

Para aprender (o confirmar) que los seres humanos no somos tan diferentes como pensamos

Una de las cosas que aprendimos rápidamente es que, por suerte, la realidad “ahí fuera” no se parece mucho a lo que nos venden en las noticias. El mundo fuera de nuestros países no está lleno de terroristas, asesinos, enfermedades mortales o desastres naturales. Como las meigas, “haberlos haylos”; sin embargo algo que hemos aprendido es que las personas, a pesar de nuestras diferentes razas, culturas, religiones, creencias… no somos tan diferentes, y que el 99,99% de las personas sólo desean llevar una vida pacífica, con los suyos, y disfrutar de la vida.

Para hacer de tu día a día una aventura

Si sientes que la rutina te puede, que los días pasan sin mayor novedad, o que semana tras semana el menú es el mismo, esta es tu solución. Puedes dormir en sitios insospechados, probar platos típicos locales, o montar en medios de transporte que nunca habrías imaginado.

Para aprender geografía e historia

Para los que las tenemos olvidadas desde tiempos del instituto, ahora podemos nombrar sin titubear la capital de Laos, el nombre del dios hindú con cabeza de elefante, o el líder de los Jémeres Rojos.

 

Conclusión:

Mark Twain lo explicó mejor que nadie, cuando dijo su famosa frase de “Dentro de 20 años estarás más decepcionado por las cosas que no hiciste que por las que sí. Así que suelta amarras, navega lejos de puertos seguros,  coge los vientos alisios. Explora. Sueña.”.

Las razones por las que sí son mil veces más interesantes y divertidas que las del no, así que… ¡esperamos encontraros más adelante en el camino!

 

Os dejamos con un vídeo en el que Bruce Springsteen, precisamente, nos invita a encontrarnos Further on up the road (más adelante en el camino):

[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=QzZnsfe1MFY[/youtube]

 

23 diciembre, 2011

Últimos días en Camboya: Battambang y Phnom Penh

16-20 de diciembre de 2011

Después de unos maravillosos días en Siem Reap disfrutando de templos y cappuccinos, nos marchamos a Battambang, la segunda ciudad más grande de Camboya (más de 250.000 habitantes).

Aunque se puede llegar más rápidamente por carretera, decidimos ir en barco, a través del río Tonlé Sap; el viaje en sí es toda una experiencia, contemplando las casas construidas a la orilla del río o viendo cómo se va montando la gente a lo largo del camino, sobre la marcha (se acercan al barco en un pequeño bote y suben a bordo).

Como íbamos a estar apenas dos días en Battambang, decidimos contratar una ruta en un tuk-tuk, para ver los sitios más interesantes. Nuestro amigo Sams nos llevó a ver:
– La “killing cave”, uno de los lugares donde los Khemers rojos llevaban a cabo sus matanzas indiscriminadas; hoy día hay una figura de un buda reclinado, y algunos de los huesos de las víctimas
– Una plantación de viñas y una bodega (aunque siendo manchego esto para mí no es ninguna novedad!)
– Un árbol con frutas-murciélago (en el árbol habitan muchos murciélagos, que cuando cuelgan hacia abajo parecen frutas). Nuestro conductor y guía nos contó que se puede hacer sopa con ellos, y que está deliciosa, pero no llegamos a probarla.
– El “nori” o tren de bambú, uno de los pocos que quedan en Camboya (y que probablemente tiene los días contados), en el que nos montamos para un pequeño viaje. El tren consiste únicamente de una plataforma, dos ejes con ruedas y un pequeño motor de gasolina. Sólo hay una vía, por lo que al encontrarse con otro tren que viene de frente, el tren con el menor número de pasajeros tiene que ser desmontado y montado de nuevo para permitir al otro pasar. Los franceses construyeron la vía para el transporte en trenes de mercancías, pero hoy día sólo los noris utilizan la vía.

También en Battambang tuvimos ocasión de probar de nuevo el plato nacional de Camboya, el pescado Amok, en una salsa con leche de coco y envuelto en hojas de plátano.

Viaje Siem Reap- Battambang

Casas flotantes

El barco en el que viajamos

La cueva de las calaveras

En el tren de bambú

Un tren que viene de frente: toca bajarse

Próxima parada: Phnom Penh

Una vez hecha esta ruta, al día siguiente cogimos un autobús en dirección a la capital, Phnom Penh. Con cerca de 1,3 millones de habitantes, esta ciudad tiene un tráfico caótico; hay que mirar 10 veces a cada lado antes de cruzar la calle. Lo importante una vez uno se decide a cruzar entre las motos, tuk-tuks, ciclos, bicis o coches es no hacer movimientos bruscos, para que los conductores sepan tus intenciones claramente.

Como de costumbre, utilizamos el medio de transporte más común y cómodo por aquí, y contratamos una excursión en tuk-tuk con nuestra amiga americana Megan.

La primera parada fue la antigua prisión de Tuol Sleng (hoy museo), en la que se estima que más de 14.000 personas fueron asesinadas por el régimen de los jémeres rojos. Es un antiguo instituto, convertido en prisión tras la llegada al poder en 1975 de los jémeres rojos, al mando de Pol Pot. El “camarada Duch”, hoy en proceso de ser juzgado, era el responsable de la prisión.

Cuando los vietnamitas liberaron Phnom Phen a principios de 1979, descubrieron la prisión, en la que únicamente hubo 7 supervivientes (conocimos a uno de ellos en nuestra visita), y documentaron con fotos todo lo que vieron. Después, fue convertida en museo. La entrada es gratis para los camboyanos, pero los extranjeros pagan dos dólares, destinados al mantenimiento del museo. Recorrer las celdas de la prisión, las cámaras de tortura o ver las fotos de las personas que pasaron por allí es una sensación realmente escalofriante.

Las personas que eran encontradas culpables (que era el 100% de los que pasaban por allí, según los archivos) eran después llevadas al campo de exterminio de Choeung Ek, que visitamos a continuación.
En medio del campo se erige hoy día una estupa (templo budista), en la que se encuentran más de 5.000 calaveras humanas, encontradas en las fosas comunes.

Después de la que, para todos, fue una mañana dura, terminamos el día visitando el mercado ruso y el palacio real.

Al día siguiente cogeríamos un vuelo hasta Bangkok; dormiríamos esa noche en el aeropuerto y a la mañana siguiente volaríamos a la isla de Koh Samui, donde vamos a pasar Navidad y Año Nuevo.

Sabías que…? En 1975, cuando los jémeres rojos capturaron Phnom Penh, evacuaron completamente la ciudad, contando a la población que los americanos bombardearían la ciudad en tres días. Desde ese momento y hasta la llegada de los vietnamitas en 1979, sería una ciudad desierta, en la que únicamente vivían algunos militares y miembros del partido en el poder.

Precios medios:
Viaje en barco Siem Reap- Battambang: 16 euros
Viaje en “nori” (tren de bambú): 3,5 euros
Entrada en Tuol Sleng: 1,5 euro

Monjes en la ciudad

Monjes en la ciudad

Tráfico en Phnom Penh

Tráfico en Phnom Penh

Vista del Patio de Tuol Sleng

Vista del Patio de Tuol Sleng

Celda Tuol Sleng

Celda Tuol Sleng

20 diciembre, 2011

Siem Reap y los majestuosos templos de Angkor

12-16 de diciembre de 2011

Tras unas cuantas horas de autobús, llegamos a Siem Reap, donde íbamos a pasar una semana disfrutando de los templos de Angkor y de los numerosos restaurantes que hay en la ciudad. Ya que Siem Reap recibe una gran cantidad de turistas (cerca de 2 millones al año), esta ciudad está realmente preparada para el turismo, con más hoteles que templos (¡y hay muchos templos, más de 100!), y restaurantes para todos los paladares y bolsillos.

Como llevábamos varios días viajando sin parar, los dos primeros días nos los tomamos con calma, descansando en el hotel y a la caza del mejor cappuccino de la ciudad (que encontramos en el Café Central), mientras esperábamos a que llegara Sofia de Chiang Mai.

Debido al gran número de templos, y a su extensión, es mejor visitar los templos en varios días. Existen tickets de 1, 3 y 7 días; nosotros compramos el de 3, que se puede usar a lo largo de una semana. Es necesario un medio de transporte debido a que los templos más cercanos se encuentran a unos 8 km. de la ciudad. Un tuk-tuk para todo el día cuesta unos 12 dólares; también se puede ir en taxi o en bicicleta.

Dentro del grupo de templos, la mayoría son de origen hindú, mientras que otros son budistas. Por suerte, los templos de Angkor fueron uno de los pocos objetos de arte que se salvaron tras la llegada de los Khemer rojos entre los años 1975-1979, que aspiraban a construir una nueva Camboya desde cero; decidieron no destruir los templos, ya que eran un símbolo de la grandeza de la cultura Khemer.

El primer día fuimos por la mañana (sin madrugar demasiado), y pasamos el día allí, viendo, entre otros, el templo de Angkor Wat, que ocupa unas 200 hectáreas y está rodeado por un lago.
Debido a que los templos estuvieron prácticamente abandonados desde finales del siglo XVI hasta su redescubrimiento por los franceses a finales del XIX, la jungla invadió por completo los templos, mezclándose árboles, raíces y plantas entre los muros de los templos. La mayoría han sido despejados, pero algunos se han mantenido tal y como se encontraron, como el de Ta Prohm (que también visitamos el primer día), haciendo sentir al visitante como un Indiana Jones. De hecho, este templo se usó en el rodaje de películas como Tomb Raider.
Al final del día hicimos cola para subir a lo alto de uno de los templos y ver la puesta de sol. Las vistas sobre la jungla son excelentes; no obstante, recomendamos a los viajeros que en lugar de la larga espera (casi 2 horas), busquen un buen sitio para ver la puesta de sol a través de uno de los templos.

Al día siguiente visitaríamos los templos a través de un nuevo tipo de luz: el tuk-tuk nos recogió del hotel a las 4.30 de la mañana, para ver el amanecer. El mejor sitio, y donde se agolpaban todos los turistas cámara en mano, es en el templo de Angkor Wat, que se ve reflejado en el agua, algo sin duda digno de más de una fotografía!
El resto del día lo dedicamos a ver otros templos, varios de ellos situados en la antigua ciudad fortificada de Angkor Thom, de más de 10 km cuadrados de extensión. Nuestro conductor nos fue llevando a varios de los templos, hasta que acabamos agotados y regresamos al hotel.

Al día siguiente estábamos tan agotados tras el madrugón y la sobredosis de templos, que nos tomamos el día libre, para únicamente pasear por la ciudad.

Para el último día en los templos, elegimos una ruta por algunos que están más alejados. Comenzamos con Kbal Spean, una serie de tallas hechas sobre piedra natural: lo curioso es que sobre estas tallas, pasa un río! (el truco está en que durante la estación seca, el río desaparece, por lo que es posible realizar el tallado en las piedras). También visitamos uno de los mejores templos: Banteai Srei. La leyenda cuenta que fue realizado por mujeres, porque las esculturas son tan precisas y detalladas que sólo unas manos pequeñas, de una mujer, podrían haberlas realizado. ¡Es realmente espectacular!

¿Sabías que…? En el siglo XIII, cuando Londres contaba con poco más de 50.000 habitantes, ¡en la ciudad de Angkor vivían más de un millón!

Precios medios en Angkor Wat
Entrada de 1/3/7 días: 20/40/60 dólares

Aquí compartimos algunas fotos con vosotros. Hicimos muchas…(más de 600!!)

Ta Prohm

Ta Prohm

Angkor Thom (ciudad de Angkor)

angkor wat

Bayon

Banteay Srei

amanecer

En uno de los templos de Angkor

6 diciembre, 2011

Pakse-Si Phan Don, despidiéndonos de Laos

30 de noviembre- 7 de diciembre de 2011

Salimos temprano de Thakek, y tras unas 7 horas de autobús (con pinchazo y cambio de rueda incluídos), llegamos a Pakse, donde habíamos decidido darnos un “pequeño lujo” con el hotel. Durante 3 días nos hicieron la cama todos los días, y hasta teníamos cepillos de dientes en el baño (que por supuesto hemos cogido para nuestro neceser).

La meseta de Bolaven, en el Sur de Laos, es conocida por su café, así que durante esos días aprovechamos para tomar unos buenos capuccinos (durante el primer día, aparte de pasear y comer, eso fue más o menos todo lo que hicimos).

Para el segundo día contratamos una excursión, que nos llevaría a unas plantaciones de té y café (donde comprobamos que el grano de café recién cogido no huele tan bien como uno tostado), tres cataratas diferentes y dos tribus locales. La segunda de ellas, con mujeres artesanas que tejían diferentes prendas de ropa, era más bien un mercadillo, pero la primera fue más interesante. Allí, para nuestro asombro, vimos que el 100% de los habitantes fumaba, y que empezaban a hacerlo a partir de los 4 años… La otra peculiaridad es que los habitantes de la tribu, al rondar los 30 o 40 años, construyen su propio ataúd, que guardan debajo de casa hasta que llegue el momento de utilizarlo. Mientras estábamos de visita, un grupo de personas que estaban comiendo carne de perro, nos ofrecieron probar un trozo, que amablemente declinamos (también dijimos no a una calada de su tabaco), esperamos no haberles ofendido!

Al día siguiente cogimos de nuevo un minibús hacia el sur, a la isla de Don Det, en medio del Mekong (el autobús nos dejó en una orilla, así que tuvimos que coger un barquito para llegar a la isla). Ahora que hemos recorrido Laos de Norte a Sur, hemos coincidido con las mismas personas en varios sitios (excepto con aquellos que lo han recorrido de Sur a Norte, claro está). Y “corremos el riesgo” de volver a vernos las caras en Camboya 😉

La vida en Don Det es muuuuuuuuuuuuuuy relajada. Nos contó un francés residente en la isla, que en la Lonely Planet la catalogan como “Isla de Fiesta”, pero al no cumplir los estándares, mucha gente que viene de lugares de marcha en Laos, huyen el primer día de aquí.

Don Det forma parte de las llamadas “4000 islas”, un conjunto de islas en medio del Mekong (no las hemos contado, así que no podemos asegurar la exactitud de la cifra); todo un paraíso para los mochileros. Hasta hace poco la vida aquí era bastante básica, pero para bien o para mal, el Wifi ha llegado ya a la isla. Eso sí, aún no hay ningún cajero automático pero todo es muy barato. De hecho, creemos que sería el destino mochilero perfecto si estuviera en la costa y no al lado del Mekong que, con sus aguas marrones, no invita a muchos baños…

No hay mucho más que hacer que pasear, o recorrer la isla, y otra vecina en bici. Durante dos días nos quedamos en un hostal, y los dos últimos en una cabaña de madera, con dos hamacas en la puerta, ideales para pasar el tiempo tumbados leyendo un libro, dejando las horas pasar. ¡El (relajado) espíritu de Laos es altamente contagioso!
Desde aquí, cogeremos un nuevo autobús a Camboya. Llega la hora, tras casi 3 semanas, de despedirse de Laos…

Precios medios:
Excursión de un día a la meseta Bolaven: 15 euros
Bungalow sin/con baño: 2/4 euros

Pueblo típico de Bolaven

Una de las cascadas en la meseta de Bolaven

En un restaurante familiar en Don Det

Relax!

DOn Det

Puesta de sol en Don Det

Antes de ser cappuccino

22 noviembre, 2011

Viviendo en la jungla: “The Gibbon Experience”

17-19 de noviembre 2011

Tras dormir una noche en Huay Xai, madrugamos para comenzar la que sería una de las mejores aventuras (hasta la fecha) en nuestro viaje: durante 3 días y 2 noches íbamos a vivir en la jungla, durmiendo en cabañas sobre árboles, a las que sólo se puede acceder por tirolina (medio de transporte también empleado para moverse por la jungla).

Al llegar, conocimos al que sería el resto de nuestro grupo (había 4 ingleses, una alemana, un holandés, una sueca y un español; estos dos últimos ya los conocéis). Después de las presentaciones, nos proyectaron un pequeño vídeo sobre seguridad, que nos metió más miedo en el cuerpo que otra cosa J

De ahí, cogimos un jeep que nos llevaría, durante 3 horas a un remoto pueblo, donde conocimos a los que durante esos días serían nuestros guías (más bien “nuestro guía”, porque el otro apenas apareció). Iniciamos una caminata de una hora cuesta arriba, hasta el lugar donde nos entregaron nuestros arneses. Luego de unos minutos más caminando, llegamos a la primera tirolina; el guía nos hizo una primera demostración y se marchó al otro lado: tocaba armarse de valor y lanzarse al vacío… ¡Fue una sensación increíble, difícil de describir! Después de eso nunca teníamos bastante, sólo queríamos lanzarnos en tirolina durante todo el rato…

Cuando comenzaba a anochecer, Dett (nuestro guía) nos llevó a la que sería nuestra primera cabaña, situada en lo alto de un árbol, a unos 30 metros del suelo. Toda una obra maestra de ingeniería, equipada con un baño, agua corriente proveniente de la lluvia (una ducha helada!), electricidad solar y algunos colchones. Allí cenamos (la comida la trajeron unos habitantes del pueblo, en tirolina por supuesto), y matamos el tiempo jugando a las cartas y charlando.

Al día siguiente, el otro guía (Jolao) debía venir a las 6 de la mañana para llevarnos a dar un paseo por el bosque, y para abrir apetito antes del desayuno, pero apareció después de las 7, y como le debió dar pereza, nos preparó un té caliente y desapareció. Luego Dett nos llevó a visitar varias cabañas; en una de ellas comimos, y por la tarde seguimos lanzándonos en varias tirolinas (probamos la más larga de todas, de más de 400 metros de longitud y de 200m de altura). Volvimos a una nueva cabaña justo cuando se empezaba a hacer de noche, para disfrutar de una preciosa puesta de sol. Allí nos enteramos que por un cambio de planes, dormiríamos en una cabaña distinta a la planeada, en la que sólo había espacio para 6 personas, así que 2 “voluntarios” tendrían que ofrecerse para dormir  solos en otra cabaña en medio del bosque, a unos 20 minutos de allí. Medio en broma, Dett nos dijo que era ideal para una pareja de luna de miel, así que después de cenar, Hanna y yo cogimos nuestras mochilas y nos fuimos para allá. Fue una noche divertida, es algo increíble oír sólo los ruidos de la jungla (que son muchos). Tuvimos más suerte que los otros; a la mañana siguiente, al volver con el grupo, nos contaron que una “rata de la jungla” (que son más grandes y ruidosas que las europeas) había estado merodeando toda la noche en su cabaña.

Tras la última noche, nos despertamos antes de las 6 para poder ver amanecer. Esta vez sí, Jolao fue puntual, nos recogió y nos llevó a la cabaña con los otros, desde donde se veían las mejores vistas. El sol se levantaba sobre la selva, y los árboles estaban envueltos en una bruma que iría disipándose poco a poco. Pero lo mejor estaba por venir: tuvimos la suerte de divisar, aunque a lo lejos, a varios de los animales que dan nombre a este proyecto: Gibbons (gibones, en español). Un rato más tarde, varios de ellos comenzaron a “cantar”, y nos deleitaron con unos momentos mágicos (los gibones machos cantan por 3 motivos: mantener la familia unida, marcar su territorio o atraer a las hembras). Nuestras cámaras llevaban ya horas echando humo, intentando captar la salida del sol, los gibones a lo lejos y su canto.

Después de un par de horas más de tirolina, tocaba iniciar la caminata de vuelta; el jeep nos estaba esperando en el pueblo y nos llevó de vuelta a Huay Xai; tocaba despedirse de los buenos amigos con los que habíamos compartido los 3 últimos días… Gracias a Ben, Doerte, Jo, Maartin, Nick y Penelope por vuestra compañía!

La Gibbon Experience es un proyecto fundado por un francés para promover la conservación de la zona de Bokeo, en el norte de Laos. Mediante las excursiones de turistas, de una o dos noches de duración, se obtienen los recursos necesarios para proteger no sólo a los gibones (casi extintos debido a su caza indiscriminada), sino también evitar la deforestación, dando a la vez trabajo a gente de los alrededores. Gracias a este proyecto, 10 familias de gibones viven pacíficamente a lo largo del bosque, deleitando de vez en cuando a los afortunados turistas con su canto. No es una experiencia barata, pero creedme, ¡vale la pena!

Precios medios en la Gibbon Experience:

Excursión clásica, 3 días-2 noches: 220€

Saltar por primera vez al vacío, suspendido sólo por tu arnés: un poco de valor

Escuchar a los gibones cantando, mientras amanece en la jungla: no tiene precio

[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=lJ3pFHnok4o[/youtube]

[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=zGNLlpRrz7k[/youtube]

Trekking por la jungla

Trekking por la jungla

Amanecer en la jungla

Amanecer en la jungla

Puesta de Sol

Puesta de Sol

Preparados para saltar

Preparados para saltar

Con el arnés puesto

Con el arnés puesto

Baño en una de las cabañas

Baño en una de las cabañas

Dentro de una cabaña

Dentro de una cabaña

En la tirolina

En la tirolina

Cabaña

Cabaña

El grupo en una cabaña

El grupo en una cabaña

22 noviembre, 2011

Estamos en Twitter!

Como a veces no nos da tiempo a actualizar el blog (en algunos lugares una conexión a Internet es un lujo), hemos pensado utilizar Twitter para actualizaciones más cortas (y frecuentes), no podemos tener a nuestros fans abandonados 🙂

 

Puedes seguirnos a través de twitter en @raulmellado, o ver las actualizaciones en este mismo blog en la barra lateral derecha.

 

¡Seguimos en contacto!

6 noviembre, 2011

Bye bye India, llegamos a Singapur

28 de octubre- 2 de noviembre de 2011

Después de casi 3 meses en la India, llegó el momento de despedirse. Y fue duro de verdad, tras el choque inicial, le habíamos cogido mucho cariño. Conteniendo la emoción, dijimos adiós a Rajesh y a Ish, y del Kartikha Plaza cogimos un taxi directamente al aeropuerto de Trivandrum, donde íbamos a coger el vuelo a Singapur.

Tras unas 5 horas de vuelo nocturno, aterrizamos en Singapur. Ya no había vacas por la calle, tráfico caótico o gente que te abordaba continuamente para venderte algo (a cambio había que tener cuidado con los gastos, porque todo era mucho más caro).

Singapur es una ciudad-país situado en el sur de la península de Malasia. Es una gran mezcla, que ha recibido (y sigue recibiendo) una cantidad muy grande de inmigrantes (principalmente de China e India), aunque también tiene unos cuantos occidentales.

Es un país con algunas normas más estrictas que la India, especialmente en lo que a orden e higiene se refiere. Los chicles están completamente prohibidos (sólo se pueden comprar en farmacias con receta médica), y tirar basura a la calle se castiga con multas de hasta 500€, toda una ganga teniendo en cuenta que la posesión de drogas puede acarrear pena de muerte.

Pero a pesar de tanta prohibición, Singapur es una ciudad amable. Y sobre todo, muy moderna; llena de rascacielos, hoteles de lujo y muchos, muchos centros comerciales. ¡El paraíso de las compras! Y también es una ciudad verde, llena de parques y espacios verdes (en lugar de “un parque dentro en la ciudad”, su lema es “una ciudad dentro de un parque”.

Y limpia: incluso los baños públicos son mejores que los de muchos hoteles en la India; siempre relucientes. No encontraréis un papel por la calle. Por todo ello, y a pesar de su extensión, es una ciudad para ser paseada, de día y de noche.

Está situada a sólo un grado del Ecuador, así que el clima es similar todo el año: calor y tormentas tropicales (nos pillaron un par de chapuzones buenos, y tuvimos que correr a resguardarnos de la lluvia donde pudimos).

Una imagen que se repetía constantemente en el metro y en todos los metros de transporte, es la gente inmersa en su iPhone o iPad (Apple debe hacer su agosto en Singapur; casi todo el mundo tiene una manzanita mordida), sin hacer un solo ruido. Todo lo contrario que en la India, donde los medios de transporte eran lugares ideales para conocer gente, y en los que no había un momento de silencio.

También hay un gran número de restaurantes de todo tipo, quizás porque hay una gran cultura de comida. Restaurantes chinos, indios, asiáticos, occidentales… se mezclan en esta gran ciudad. Para mantener el bolsillo a salvo, intentábamos comer en los numerosos mercadillos de comida que había en todos los sitios de la ciudad, lugares donde cada comerciante tiene su puestecito de comida, y en los que se puede pedir un plato por unos 2-4€. No obstante, descubrimos un lugar ideal para comer: ¡los templos budistas! En el monasterio de Kong Meng San Phor Kark See, dan comida (vegetariana) gratis y literatura budista a todos los que acuden (lástima que esté un poco apartado), y en el de Tooth Relic Temple (justo al lado de nuestro hotel, aunque para nuestra desgracia lo descubrimos el último día, contiene un supuesto diente de Buddha), por poco más de 1,5€ venden unas generosas raciones (también vegetarianas) con arroz o pasta.

Nuestro hostal estaba situado en plena Chinatown, relativamente cerca del centro, así que podíamos ir caminando a la zona central, aunque algunos días preferíamos coger el metro (que estaba siempre reluciente). Para comprar el ticket de metro hay dos opciones: comprar billetes sencillos o una tarjeta que se puede recargar con saldo, válida en metros y autobuses. Nosotros elegimos la segunda opción porque, aparte de recibir un 20% de descuento con la tarjeta, cada billete sencillo que compras tiene una fianza de 1$, que hay que reclamar cada vez al finalizar el viaje. No obstante, aviso a los navegantes: cuando la tarjeta tiene menos del saldo mínimo (3 dólares), no puede ser utilizada. Y para los españoles navegantes, a los que tanto nos gusta colarnos en el metro, aquí está complicado, ya que hay que introducir la tarjeta al entrar y al salir (el saldo se descuenta a la salida, en función de la longitud del trayecto).

Como buenos mochileros, hemos ido a todos los sitios que no cobraban entrada: parques, templos, espectáculos al aire libre… En medio de la ciudad hay una isla verde- el MacRitchie Reserve; un parque natural con lagos, jungla tropical y muchos bichos. Allí hicimos una ruta a pie de unos 14 km sin cruzarnos apenas con nadie. No parecía que estábamos en una de las metrópolis de Asia.

Nos quedamos con ganas de subir al hotel Marina Bay, uno de los símbolos de Singapur, pero los más de 12 euros sólo por subir a la terraza nos hicieron pensárnoslo dos veces (para la habitación no hubo ni lugar para la duda, cuando nos enteramos que la más barata cuesta alrededor de 250€ la noche).

En resumen: Singapur ha sido para nosotros un pequeño oasis de limpieza y tranquilidad, tras 3 meses en la caótica India. Nos hemos prometido que volveremos algún día, con un poco más de presupuesto, para visitar algunos lugares nuevos y comer en sus deliciosos restaurantes sin tener que mirar los precios primero.

Precios medios:

Habitación doble en Chinatown: 40 euros

Viaje de metro medio: 1 euro

Vuelo Trivandrum- Singapur: 110 euros

En uno de los parques

Nueva lectura budista

Monasterio

Chinatown

Merlion- el símbolo de Singapur

Tooth Relic Temple

Puestecillos de comida

Paseo por la noche

El lujoso Marina Bay

4 noviembre, 2011

12 cosas que hemos aprendido sobre la India

Nota: originalmente este post iba a llamarse «5 cosas que hemos aprendido sobre la India». Rápidamente se convirtió en 10, y sobre la marcha en 12.

Las cosas van a su ritmo, mejor no estresarse.

Es importante cambiar el chip y dejar las prisas para mejor ocasión. Retrasos en trenes y autobuses son algo normal, y a nadie parece preocuparle. Ningún indio levantará la voz, protestará o pondrá una reclamación. Nosotros nos quedamos atrapados toda una noche en un autobús esperando a que repararan la carretera…

Diferentes valores

En general, la principal preocupación de los indios no es ascender en su puesto de trabajo, pelear por una subida de sueldo, o comprarse un coche mejor. Son felices pasando el día charlando con los comerciantes vecinos (aunque el negocio no haya ido demasiado bien), y llegando a casa por la noche, y compartir una cena con la familia.

Aprende a amar la India

Nada más llegar, es fácil (nosotros nos incluimos) llevarse una primera impresión de la India: sucia, caótica, llena de gente que te venderá cualquier cosa con tal de conseguir tus rupias. Sin embargo, una vez escarbas en la superficie, encontrarás un país acogedor, lleno de gente encantadora. Lo que nos lleva al siguiente punto…

Los indios son gente amable y hospitalaria

Para ilustrar esto, nada mejor que una anécdota que nos contó nuestro amigo Ish: estando en Bangalore, quiso ir a un espectáculo de danza. Cuando el taxista le dejó en el recinto, preguntó dónde se compraban los tickets; lo que él no sabía era que ese día se estaba celebrando una boda. El padre de la novia se cruzó con él y le dijo: “no, aquí no hay ningún espectáculo, estamos celebrando la boda de mi hija. Pero ya que estás aquí, siéntate, come y bebe con nosotros”. ¿Os imagináis algo así en España?

Las distancias son largas

Para muestra, un botón. El viaje Leh-Manali, de aproximadamente 500 kilómetros, nos llevó un día y medio (26 horas en un autobús). Haced las cuentas y sacaréis la velocidad media… Vale, esa era una ruta por los Himalayas, quizás de las peores que hemos hecho. Un viaje en autobús (por ejemplo, de Pushkar-Jaipur) de 100 Kilómetros lo hicimos en 3 horas. Pero siempre habrá alguien en el tren/autobús dispuesto a charlar contigo, ¡así que no te aburrirás!

Hay muchas Indias

Nada tiene que ver el paisaje (o la gente) en Ladakh (al Norte), Rajasthan o Kerala. La comida, ropa o idioma serán totalmente distintos. Sin embargo, todos ellos (salvo en Tamil Nadu en el sur, algo más independentistas) te dirán orgullosos que son Indios…
Diferentes religiones, tradiciones, culturas, idiomas… se dan mezcla en un país tan fascinante. Como decía nuestro amigo Mykel, debe ser una pesadilla gobernar la India!

Mejor con una sonrisa

No importa si el tren viene con 2 horas de retraso, si hoy no han podido hacer muchas ventas, o si la familia es pobre. Cuando se crucen contigo, inevitablemente te sonreirán. Y probablemente te preguntarán de dónde eres, y querrán una foto contigo…

Suspenso en riesgos laborales (y no laborales)

Es común ver hasta 5 personas en una moto (la familia al completo), donde el casco es todo un lujo. O estar subido en las alturas con un andamio de fabricación casera. En algunas de las excursiones, te juegas la vida cruzando por zonas impracticables… Cruzar la calle se convierte en toda una aventura…

Es muy fácil ser vegetariano

En prácticamente todos los restaurantes, habrá una sección de la carta con comida vegetariana (eso si no es puramente vegetariano), y los (habitualmente escasos) platos no vegetarianos están marcados con un punto rojo; los vegetarianos con uno verde. Hasta el agua mineral y la pasta de dientes tienen su punto verde!

La religión es parte del día a día

Prácticamente todas las familias tendrán un altar en su casa, y comenzarán el día en sus comercios con un ritual. Religión y tradición se funden en este país, de amplia mayoría hindú (cerca del 80%), pero donde los más de 160 millones de musulmanes (sólo el 13% del total!) lo convierten en el tercer país con mayor número de musulmanes en el mundo. Los budistas (menos del 1%) abundan en el norte, los cristianos (alrededor del 2-3%) principalmente en el Sur (Kerala, Goa), y los Sijs (menos del 2%) en el estado de Punjab.

La religión es algo tan arraigado, que para un indio es algo inconcebible que no tengas una. Nuestro libro guía recomienda, en caso de ser preguntado, inventarse una antes que confesar que no la tienes, para no dar a tu interlocutor un choque cultural demasiado fuerte…

Es segura

Hemos recorrido las estrechas y laberínticas calles de Varanasi, llegado en tren a Anantapur a la 1 de la mañana, o a una remota estación de tren en Goa a las 3 de la mañana (nos confundimos al bajarnos del tren, y tuvimos que quedarnos en una sala de espera hasta la mañana siguiente). Y sin embargo, en ningún momento hemos tenido sensación de peligro…

Nunca te aburrirás

Como decía Varun, siempre pasa algo en la India: habrá una huelga, un accidente de tráfico, una familia de vacas cruzando la calle… Cada día es una aventura!

Un largo viaje...

Un largo viaje...

Altar en un hotel

Altar en un hotel

19 octubre, 2011

Recorriendo los Backwaters

9-13 de octubre de 2011

Alleppey, con su extensa red de canales, es conocida como “la Venecia del Este”. Por eso, la gran atracción es pasear en barco por sus canales (backwaters). De hecho, viajar un barquito es el único medio de transporte por aquí. Nada más llegar a la ciudad, fuimos abordados por multitud de vendedores que nos ofrecían un paseo en barco. Algunos de ellos son casi “de lujo” (con aire acondicionado y tv), mientras que otros son cáscaras de nuez que se mantienen a flote…

Para evitar disgustos, contratamos la excursión en el hotel, y durante 4 horas recorrimos en barco los famosos backwaters de Alleppey, en compañía de Jordi y Meritxell, dos catalanes que habíamos conocido en Kochi en el “Beena Homestay”, y con los que compartimos un taxi para llegar a Alleppey.

La experiencia fue maravillosa, interesante y sobre todo, muy muy relajante. Navegar por los tranquilos canales, rodeados únicamente de palmeras, alguna que otra familia de patos e inmensos campos de arroz, es algo que no olvidaremos fácilmente. Además de asientos, el barco contaba con una tentadora tumbona, en la que era inevitable no caer rendido en los brazos de morfeo…

La otra opción, aparte de recorrer los canales durante unas horas, es contratar un “houseboat”, un barco-casa en el que la propia tripulación prepara la comida, y en el que se puede dormir. Mucha gente que conocimos hizo esto, aunque en esta ocasión nosotros preferimos algo más “light” (y barato).

La ciudad de Alleppey no tiene demasiado para ver, así que todas las tardes nos escapábamos a la playa (con una puesta de sol maravillosa), para luego cenar en el Dreamers, un restaurante regentado por un indio y un italiano, con un ambiente genial y una comida deliciosa.

También descubrimos una de las joyas ocultas: la playa de Marari, más apartada y con muchos menos visitantes, pero igualmente kilométrica. Si vais a Alleppey, no os la perdáis! Ni siquiera está (aún) recomendada en la Lonely Planet, así que ¡aprovechad antes de que se corra la voz!

Leyendo, aprendimos que Kerala (el estado donde están Kochi o Alleppey) tuvo en 1957 el primer gobierno electo comunista del mundo, que se ha mantenido en el poder casi todo el tiempo. Quizás debido a ello, hay una mayor distribución de la riqueza y la tierra aquí, y los niveles de alfabetización son los más altos de toda la India, además de contar con un excelente sistema de salud. Gran parte de los ingresos del estado provienen de trabajadores que han emigrado a Oriente Próximo (Dubai, Arabia Saudí…), y que remiten parte de su salario a casa.

Precios medios en Alleppey
Ruta en barco por los canales: 5 euros/hora a dividir por el número de pasajeros (max 8 pers)

La bonita puesta de sol en Marari Beach

En los backwaters

Uno de los muchos símbolos del comunismo

Con Meri y Jordi abordo

En los backwaters

De relax

Las mujeres indias se bañan con toda la ropa puesta

Marari Beach