Colombia Parte II: El riesgo es que te quieras quedar
11-23 de noviembre de 2012
Continuando con nuestros caribeños días de sol y playa, nos dirigimos hasta Santa Marta, un poco más al Este de Cartagena. Para variar, las fiestas en Colombia nos persiguen, y el primer día era festivo, así que estaba casi todo cerrado, ¡nos costó encontrar un lugar para poder comer!
Santa Marta, según nuestra Lonely Planet, es “el lugar al que acuden los colombianos cuando quieren tomar el sol, tener arena bajo los pies y ron en los vasos”. Aunque comparada con Cartagena, probablemente una de las ciudades más bonitas de toda Sudamérica, no tiene mucho que hacer en cuanto a edificios coloniales y calles floreadas, Santa Marta resultó ser una agradable ciudad, con buenos restaurantes y agradables paseos, además de una estupenda base para explorar la zona.
Nuestro rincón favorito para desayunos y comidas rápidas fue el Lulo’s, donde daban unos desayunos estupendos (¡el café estaba buenísimo!), una limonada fresquita y unos wraps y pitas deliciosos; nos hicimos clientes habituales.
Desgraciadamente, la playa situada en el centro de Santa Marta no es ninguna maravilla: es bastante pequeña y situada junto al puerto. A pesar de eso, los fines de semana se llena de gente local, y es complicado encontrar un hueco en la arena. Por suerte, tomando un bus de unos 15 minutos se llega a la Playa de Rodadero, donde el panorama es mucho mejor, así que uno de los días aprovechamos para hacerle una visita y trabajar un poco nuestro “moreno”, sobre todo teniendo en cuenta que a la vuelta nos espera el frío invierno en Europa.
Otro día aprovechamos para hacer una visita a Taganga (también a 15 minutos), un pequeño pueblecito con una bonita playa. Justamente ese día, al ser fiesta local, la playa estaba abarrotada de gente de la zona; no obstante fue agradable pasear por los alrededores y darnos un nuevo chapuzón en el Caribe.
Habíamos leído en nuestra guía de viaje que Colombia posee una gran variedad de frutas tropicales, así que aprovechando que teníamos cocina en nuestro hostal, nos lanzamos a la aventura de “dos frutas al día”, cuyos nombres desconocíamos (y a veces hasta la propia cajera del súper tenía que preguntar a sus compañeras), como zapote, lulu, tomate de árbol, guayaba, uchuva, guanábana manzana, carambola… Cada día comprábamos dos frutas diferentes, que tomábamos como postre a la hora de la comida. No sabemos muy bien si no supimos elegir, o es que las frutas tropicales no es lo nuestro, pero no tuvimos demasiada suerte: sólo acertamos con una, de color amarillo y con una forma que recuerda a una piña (de pino); el resto no pasarán a la historia como nuestras frutas favoritas.
Cerca de Santa Marta está el parque Tayrona, del que muchos nos habían hablado maravillas. Es un lugar bastante rústico, en el que el único alojamiento posible es una hamaca. Pero como teníamos poco tiempo, y había que pagar por entrar, decidimos en lugar de eso viajar un poco más allá, a Palomino, un pequeño pueblo con una playa alargada en la que apenas hay gente (intuimos que quizás pueda tener algo que ver el hecho de que había bastantes mosquitos y moscas de arena en la playa, además de que el alojamiento y opciones de comida eran limitadas y no demasiado económicas). Así que en lugar de dos noches, nos quedamos sólo una y volvimos a Santa Marta.
La siguiente excursión, rompiendo con nuestros días de sol y playa, fue a Minca, un pueblecito a unos 40 minutos de Santa Marta, situado a unos 700 metros sobre el nivel del mar y con un paisaje natural precioso: el lugar ideal para relajarse. Y si a eso le sumamos que nos alojamos en el “Rancho de la Luna”, una cabaña hecha en bambú, con una cama “colgante”, una terraza con sofá y una hamaca, y unas vistas del valle espectaculares, tenemos la combinación ideal para unos días de relax. Durante los dos días que nos quedamos allí, disfrutamos de buena comida, paseos por la naturaleza, remojones de pies en el río (¡el agua estaba muy fría como para meternos enteros!) y buenos ratos en la hamaca, además de una visita a una pequeña fábrica de café ecológico, en la que aprendimos todo el proceso que pasa un grano de café desde la planta hasta que llega hasta nuestra taza de cappuccino.
Con todo esto, un último desayuno en el Lulos en Santa Marta con su latte correspondiente y un chapuzón in extremis antes de coger el bus hacia Bogotá, se pasaron nuestros días caribeños, que recordaremos con mucho cariño. Con el corazón feliz, y una lágrima en cada ojo, nos despedimos de la playa y nos dirigimos, en el que sería nuestro último trayecto en autobús, a Bogotá, nuestra última parada en la luna de miel. El trayecto duró 17 horas, con una única parada para desayunar, y con el aire acondicionado a tope. Por suerte, estábamos sobre aviso y llevamos nuestro saco de dormir para poder abrigarnos por la noche…
La capital de Colombia es una gran ciudad de 8 millones de habitantes (vamos, lo que viene siendo, un porrón de gente), que se encuentra a 2.300 metros sobre el nivel del mar, lo cual implica que el clima es más frío. Nos alojamos en la zona central, en el barrio de la Candelaria, lleno de hostales, restaurantes y cafés. Prácticamente no salimos de la zona, que pudimos recorrer a pie en todo momento. Para movernos a lugares más distantes existe el llamado “Transmilenio”, una red de autobuses que recorre toda Bogotá, y que por 1.400 pesos (unos 60 céntimos) te lleva a cualquier punto.
Otra de las atracciones turísticas de Bogotá es el cerro Montserrat, en lo alto del cual hay una iglesia, y desde el que se divisan unas vistas estupendas de la ciudad y la contaminación que la rodea. Es posible subir en funicular o teleférico (además de a pie, pero esto, a 3000m sin aclimatización, lo descartamos), así que subimos en el primero y bajamos en el segundo.
En el momento de escribir esto faltan 7 horas para que salga nuestro vuelo a Madrid. Parece difícil creer que hayan pasado casi 16 meses desde que aterrizábamos en Delhi, aún sin tener mucha idea del tipo de viaje que nos esperaba por delante.
Para seros sinceros, la vuelta a casa se hace extraña (¡lo que no quiere decir que no tengamos unas ganas tremendas de volver!). Os contaremos nuestras próximas impresiones desde el próximo destino exótico: Campo de Criptana.
Os dejamos mientras tanto con un vídeo sobre el turismo en Colombia, que intenta romper con los mitos que la rodean. Podemos dar fe que el eslogan es de lo más acertado: “Colombia, el único riesgo es que te quieras quedar”. ¡Que no os lo cuenten!
[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=8kUU-DWOqmI[/youtube]
Precios medios:
Autobús Santa Marta –Bogotá: 30 euros
Habitación en Rancho de la Luna: 27 euros
Super desayuno en Lulu’s para dos: 7 euros
Micro a Palomino: 2,5 euros
Ida y vuelta en teleférico de Montserrate: 7 euros
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