6 noviembre, 2011

Bye bye India, llegamos a Singapur

28 de octubre- 2 de noviembre de 2011

Después de casi 3 meses en la India, llegó el momento de despedirse. Y fue duro de verdad, tras el choque inicial, le habíamos cogido mucho cariño. Conteniendo la emoción, dijimos adiós a Rajesh y a Ish, y del Kartikha Plaza cogimos un taxi directamente al aeropuerto de Trivandrum, donde íbamos a coger el vuelo a Singapur.

Tras unas 5 horas de vuelo nocturno, aterrizamos en Singapur. Ya no había vacas por la calle, tráfico caótico o gente que te abordaba continuamente para venderte algo (a cambio había que tener cuidado con los gastos, porque todo era mucho más caro).

Singapur es una ciudad-país situado en el sur de la península de Malasia. Es una gran mezcla, que ha recibido (y sigue recibiendo) una cantidad muy grande de inmigrantes (principalmente de China e India), aunque también tiene unos cuantos occidentales.

Es un país con algunas normas más estrictas que la India, especialmente en lo que a orden e higiene se refiere. Los chicles están completamente prohibidos (sólo se pueden comprar en farmacias con receta médica), y tirar basura a la calle se castiga con multas de hasta 500€, toda una ganga teniendo en cuenta que la posesión de drogas puede acarrear pena de muerte.

Pero a pesar de tanta prohibición, Singapur es una ciudad amable. Y sobre todo, muy moderna; llena de rascacielos, hoteles de lujo y muchos, muchos centros comerciales. ¡El paraíso de las compras! Y también es una ciudad verde, llena de parques y espacios verdes (en lugar de “un parque dentro en la ciudad”, su lema es “una ciudad dentro de un parque”.

Y limpia: incluso los baños públicos son mejores que los de muchos hoteles en la India; siempre relucientes. No encontraréis un papel por la calle. Por todo ello, y a pesar de su extensión, es una ciudad para ser paseada, de día y de noche.

Está situada a sólo un grado del Ecuador, así que el clima es similar todo el año: calor y tormentas tropicales (nos pillaron un par de chapuzones buenos, y tuvimos que correr a resguardarnos de la lluvia donde pudimos).

Una imagen que se repetía constantemente en el metro y en todos los metros de transporte, es la gente inmersa en su iPhone o iPad (Apple debe hacer su agosto en Singapur; casi todo el mundo tiene una manzanita mordida), sin hacer un solo ruido. Todo lo contrario que en la India, donde los medios de transporte eran lugares ideales para conocer gente, y en los que no había un momento de silencio.

También hay un gran número de restaurantes de todo tipo, quizás porque hay una gran cultura de comida. Restaurantes chinos, indios, asiáticos, occidentales… se mezclan en esta gran ciudad. Para mantener el bolsillo a salvo, intentábamos comer en los numerosos mercadillos de comida que había en todos los sitios de la ciudad, lugares donde cada comerciante tiene su puestecito de comida, y en los que se puede pedir un plato por unos 2-4€. No obstante, descubrimos un lugar ideal para comer: ¡los templos budistas! En el monasterio de Kong Meng San Phor Kark See, dan comida (vegetariana) gratis y literatura budista a todos los que acuden (lástima que esté un poco apartado), y en el de Tooth Relic Temple (justo al lado de nuestro hotel, aunque para nuestra desgracia lo descubrimos el último día, contiene un supuesto diente de Buddha), por poco más de 1,5€ venden unas generosas raciones (también vegetarianas) con arroz o pasta.

Nuestro hostal estaba situado en plena Chinatown, relativamente cerca del centro, así que podíamos ir caminando a la zona central, aunque algunos días preferíamos coger el metro (que estaba siempre reluciente). Para comprar el ticket de metro hay dos opciones: comprar billetes sencillos o una tarjeta que se puede recargar con saldo, válida en metros y autobuses. Nosotros elegimos la segunda opción porque, aparte de recibir un 20% de descuento con la tarjeta, cada billete sencillo que compras tiene una fianza de 1$, que hay que reclamar cada vez al finalizar el viaje. No obstante, aviso a los navegantes: cuando la tarjeta tiene menos del saldo mínimo (3 dólares), no puede ser utilizada. Y para los españoles navegantes, a los que tanto nos gusta colarnos en el metro, aquí está complicado, ya que hay que introducir la tarjeta al entrar y al salir (el saldo se descuenta a la salida, en función de la longitud del trayecto).

Como buenos mochileros, hemos ido a todos los sitios que no cobraban entrada: parques, templos, espectáculos al aire libre… En medio de la ciudad hay una isla verde- el MacRitchie Reserve; un parque natural con lagos, jungla tropical y muchos bichos. Allí hicimos una ruta a pie de unos 14 km sin cruzarnos apenas con nadie. No parecía que estábamos en una de las metrópolis de Asia.

Nos quedamos con ganas de subir al hotel Marina Bay, uno de los símbolos de Singapur, pero los más de 12 euros sólo por subir a la terraza nos hicieron pensárnoslo dos veces (para la habitación no hubo ni lugar para la duda, cuando nos enteramos que la más barata cuesta alrededor de 250€ la noche).

En resumen: Singapur ha sido para nosotros un pequeño oasis de limpieza y tranquilidad, tras 3 meses en la caótica India. Nos hemos prometido que volveremos algún día, con un poco más de presupuesto, para visitar algunos lugares nuevos y comer en sus deliciosos restaurantes sin tener que mirar los precios primero.

Precios medios:

Habitación doble en Chinatown: 40 euros

Viaje de metro medio: 1 euro

Vuelo Trivandrum- Singapur: 110 euros

En uno de los parques

Nueva lectura budista

Monasterio

Chinatown

Merlion- el símbolo de Singapur

Tooth Relic Temple

Puestecillos de comida

Paseo por la noche

El lujoso Marina Bay