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May 22

La Región de los Lagos, el viaje en autobús más largo por ahora, y el Fin del Mundo

by in Chile

8-20 de mayo de 2012

Desde Valparaíso tomamos (iba a decir “cogimos” pero aquí en Chile –al igual que en Argentina- hay que tener cuidado al utilizar esa palabra) un autobús nocturno, y tras 12 horas llegamos a Pucón, donde estaba diluviando, así que al llegar al hostal nos sentamos junto al fuego para reponernos.

Pucón es un pequeño pueblo lleno de cosas que hacer: volcanes, excursiones, parques naturales, deportes acuáticos, cascadas, baños termales… Y con un único restaurante vegetariano (el Ecole) al que acudimos casi todos los días. Uno de los días alquilamos unas bicis e hicimos una excursión a los ojos del Caburgua, donde al lado de unas estupendas cascadas nos comimos los bocatas. Al día siguiente hicimos una excursión a pie a la reserva de “El Cañi”, que nos dejó agujetas durante 3 días, aunque las vistas merecían la pena: desde lo alto del mirador se divisan 4 volcanes. Nos perdimos la excursión más típica de Pucón: la subida al volcán Villarrica, pero el mal tiempo (y su precio) nos hizo dejarlo para nuestra próxima visita.

En el hostal hicimos una cata de vinos chilenos, que sirvió como introducción a la cultura vinícola del país, y para confirmar que no somos grandes expertos en el tema: a partir del tercero (y había ocho) ¡todos nos sabían igual! A veces, en alguno fuimos capaces de detectar el sabor a especias o frutas, todo un logro (aún queda fuera de nuestro alcance detectar si es un Merlot o un Cabernet).

Vistas desde la cima del Cañi

Ojos de Caburgua

Vinos chilenos: los probamos todos

Laguna en el Cañi

La siguiente parada fue Valdivia, una ciudad moderna y universitaria, en la que nuestra amiga Heidi (a quien conocimos en Madrid algunos años atrás) nos acogió en su casa, y durante 3 días disfrutamos de su hospitalidad y de la de todos sus amigos chilenos, que nos llevaron a una típica parrillada chilena (por si no lo habíamos comentado ya, a los chilenos les encanta la carne), y probamos con ellos el cebiche, un plato hecho de pescado crudo, macerado con limón,  cebolla, pimiento y algunas especias, por el que Chile y Perú se pelean por su origen.

Una de las atracciones turísticas de la ciudad costera de Valdivia (o al menos una de las que más nos llamó la atención) fueron los lobos de mar (en España los llamamos leones marinos), que se pasan el día en la orilla rascándose y haciendo ruidos poco educados. No hay que acercarse demasiado a ellos: son muy pesados y pueden ser agresivos (nadie lo diría viendo la pachorra que tienen).

Con Heidi hicimos varias excursiones: a un pequeño pueblo de pescadores llamado “Niebla” (por favor, abstenerse de chistes fáciles), y la reserva natural Chaihuín, poco accesible (tuvimos que coger un barco y luego recorrerla en 4×4 debido al mal estado de los caminos), en la que estuvimos completamente solos. ¡Las vistas eran magníficas! Acabamos el día poniéndonos nuestras mejores galas y acudiendo al piso 12 del casino de Valdivia, el edificio más alto de toda la ciudad, y que dispone de unas vistas excelentes, ¡cuando no hay una niebla espesa!

Desde aquí, nuestro agradecimiento a Heidi, Diego, Pergentino, Fernando y compañía por su calurosa hospitalidad, hemos pasado unos días geniales con vosotros.

Playa en Chaihuin

Con Heidi y Diego en Chaihuin

Perezosos y ruidosos...

Menú típico chileno

Como todo lo bueno se acaba, o eso dicen, llegó el momento de despedirse, con destino Puerto Varas, una ciudad algo más al Sur, que también tiene su volcán, su lago y recibe una cantidad considerable de turismo (que no vimos, ya que estábamos en temporada baja).

Nos alojamos en el “Compass del Sur”, un hostal regentado por una pareja chileno-sueca que llevaban muchos años ya allí (hostal que probablemente hasta la fecha sea nuestro favorito en Chile). El tiempo no acompañó demasiado, así que no hicimos ninguna excursión (excepto a un bar donde preparaban unos cappuccinos bastante aceptables, sobre todo para un país donde el Nestcafé es la norma general).

En nuestras largas horas en el hostal conocimos a Vijya, una chica inglesa con la que compartimos cenas, vino chileno, castañas asadas y largas conversaciones. Como va a estar un año por Sudamérica, seguro que volvemos a encontrarnos en algún sitio (además tenemos que devolverle el iPod que se olvidó en el hostal)…

De Puerto Varas pasamos a la isla más grande de Chile, llamada Chiloé, un lugar remoto famoso por su mal tiempo (podemos dar fe que hace honor a su fama). Nos quedamos en Castro, la capital, famosa por sus casas construidas a la orilla del mar, llamadas “Palafitos” (nuestro hostal era precisamente uno de ellos). Sólo pasamos un día y medio aquí, y como el tiempo no acompañó, no hicimos gran cosa, aparte de recargar las pilas y prepararnos mentalmente para lo que nos esperaba: un viaje en autobús de 36 horas, que nos llevaría a Punta Arenas, en el Sur de Chile (las alternativas eran un viaje de 3 días en barco en compañía de rebaños de vacas o un vuelo caro). Como por el lado chileno no hay carretera, y la que circula en el lado argentino pegada a Chile (ruta 40) no es muy recomendable, y menos en esta época del año, el autobús cruza a Argentina, hasta llegar a la costa Atlántica, baja por ese lado y vuelve a entrar en Chile.

La iglesia alemana de Puerto Varas

Tomando un buen cappuccino con Vijya

Palafitos

El viaje empezó a las 7 de la mañana, con una breve parada en El Bolsón (Argentina) para cenar (en un restaurante en el que lo único que pudimos pedir que no llevara carne fue un plato de patatas fritas), y otra al día siguiente ya en Chile para comer. En cada paso fronterizo, nos pusieron un nuevo sello en el pasaporte, que ya se va llenando peligrosamente de sellos y visados, ¡esperemos no quedarnos sin hojas antes de volver!

En Punta Arenas, una vez llegamos (con el culo plano, 34 horas y media, y 5 películas más tarde), probamos una nueva experiencia: el Couchsurfing. Esta web pone en contacto a viajeros con gente local que ofrece su casa de forma gratuita. Nos acogieron Ivannia y Francisca en su casa, quienes nos dieron muestras de la hospitalidad chilena, con unas comidas deliciosas y un trato estupendo! Esperamos veros algún día en España J

Para la próxima visita a Chile dejamos el parque “Torres del Paine” (siempre hay que dejar una excusa para volver), del que todos los viajeros hablan maravillas, pero que en esta época del año hace un frío que pela, y los refugios están cerrados, así que la única posibilidad es dormir en una tienda de campaña, y con el frío que pasamos en las calles de Punta Arenas (y lo que nos espera en Ushuaia, en la Tierra de Fuego), tuvimos nuestra ración suficiente de bajas temperaturas y viento antártico.

Otra de las “atracciones turísticas” de Punta Arenas es el cementerio, en el que se pueden ver algunas tumbas espectaculares, y en el que descansan, además de los chilenos, inmigrantes de muchas nacionalidades (ingleses, italianos, alemanes, croatas…).

Nuestros días en Chile terminaron con una excursión a Fuerte Bulnes en compañía de Ivania, Marie y Richard. Tuvimos suerte e hizo un día estupendo! Es hora de coger un nuevo autobús, esta vez de “sólo” 13 horas que nos llevará a Ushuaia (Argentina), considerada como la ciudad más septentrional (al Sur) de toda la tierra, y conocida como “El Fin del Mundo”. Seguiremos informando desde allí.

De excursión con Ivannia, Marie y Ricardo

Fuerte Bulnes

Cementerio de Punta Arenas

Encerrados en Fuerte Bulnes

 

Precios:

Alquiler de bici/día en Pucón: 9 euros

Docena de empanadas de marisco en Valdivia: 4,5 euros

Viaje Valdivia- Puerto Varas: 6 euros

Habitación doble en hostal Compass del Sur: 38 euros

Cama en dormitorio compartido en Castro con desayuno: 15 euros

Viaje de Castro-Punta Arenas (36h): 52 euros

Taza de chocolate caliente buenísimo en Punta Arenas: 2,5 euros

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