Desde el aeropuerto de Chiang Mai cogimos un vuelo destino Phuket y después de casi dos semanas intensivas de viaje teníamos muchas ganas de llegar a esas maravillosas playas e islas que tanto habíamos leído y visto en algunas películas (como la de “La Playa” de Leonardo Dicaprio). Estos destinos ya no son un secreto y sus playas se llenan de mochileros, turistas, viajes de luna de miel y todo tipo de visitantes. Nosotros decidimos alojarnos en Patong, la ciudad más turística y habitada al oeste de la isla. Tenemos que reconocer que Patong es un auténtico descontrol, y aunque hay otros destinos igual de artificiales, Patong no disimula. Abundan los spas, el marisco, los cabarés, el boxeo tailandés y sobre todo la fiesta cuando baja el sol.
Elegir viajar en temporada baja o “época de lluvias” a Tailandia es un poco arriesgado pero no imaginábamos que los dos primeros días no pararía de llover y apenas podríamos movernos del hotel. Después de tanto soñar empezamos a verlo todo más negro que las nubes que tapaban el cielo sin descanso y todos nuestros planes parecían quebrarse en mil pedazos.
El tercer día no amaneció lloviendo (aunque sí nublado) y decidimos coger un taxi para visitar algunas playas del sur de la isla (Karon Beach y Kata Yai). Esta época es totalmente recomendable para los amantes del surf, ya que la mayoría de la playa estaba repleta de surferos y las olas tenían una altura importante. En esta isla y con bandera roja nos atrevimos a darnos el primer baño. De regreso a Patong, y después de cenar nos dirigimos a la famosa “Bangla Road”, aquella calle que sale en todos los documentales de Tailandia. Una vez que te adentras en la calle puedes ver todo tipo de bares con “señoritas” bailando encima de las barras, habitantes locales con animales exóticos para hacerte fotos, travestis y gente disfrazada (parecía carnaval en algunas zonas). Otros te ofrecen diversos shows como los de ping-pong (de mujeres ligeritas de ropa, por supuesto) y millones de bares en toda la calle. Nosotras decidimos tomarnos un cocktail en uno de ellos y ver el ambiente. Desde nuestro punto de vista, Bangla Road o la calle del “bullicio” es algo curioso de ver, mucha fiesta y mucho turista pero a pesar del descontrol no te da sensación de estar en un sitio peligroso (hay que resaltar la amabilidad y el respeto de los tailandeses) aunque nosotras sentíamos que no encajábamos muy bien en este tipo de “fiesta”. Los tuk-tuk en Patong están llenos de luces de neón y música a todo volumen para desplazarse por la ciudad como si estuvieras en una “discoteca móvil”.
El cuarto día decimos ir a la playa de Patong por la mañana y juntarnos con el resto de viajeros que venían de Chiang Mai. Qué gran momento el reencuentro!!
El quinto día amaneció soleado y decidimos contratar un taxi por nuestra cuenta (7,50 euros la hora) para pasar el día recorriendo la parte centro y sur de la isla. Comenzamos con las maravillosas vistas de Kata Beach (foto) y Phromthep Cape en las que se nos fue prácticamente toda la mañana. A continuación vimos una playa llena de barquitas de madera en la que decidimos parar y darnos el primer baño con sol (no imagináis lo que lo necesitábamos) y aprovechamos para hacer algunas fotos. Después subimos a ver el Big Buda desde donde se hace visible casi toda la mitad de la isla. A pesar de haber visto muchos Budas en todo el viaje, en éste vimos un encanto diferente, principalmente por su gran tamaño.
Para terminar con el tour visitamos el templo de Chalong y la ciudad de Phuket. De vuelta a Patong y en el último momento reservamos la excursión del día siguiente (cruzando los dedos para madrugar y ver el sol)…
El sexto día nada más salir de la cama fui directa al balcón y tras ver un sol resplandeciente bajamos a desayunar con una gran sonrisa. Nos recogieron en el hotel y fuimos al otro lado de la isla para coger el barco destino a la Isla de James Bond, donde se rodó la película “El hombre de la pistola de oro”. Comenzamos la ruta con 45 minutos de barco llegando a un lugar con unas vistas impresionantes y muchas islas (nuestra boca no se cerraba y casi gastamos la batería de la cámara nada más empezar). Llegamos a la isla de Panak y Hong donde montamos en canoa y atravesamos las cuevas por debajo. Pudimos ver el efecto de la erosión en las rocas, con formas de diamantes y elefante. El techo estaba lleno de murciélagos. Después comimos en el barco y navegamos hacia la maravillosa isla de James Bond donde apenas pudimos bajarnos 45 minutos, y aunque se pasa volando disfrutamos como auténticos enanos. De vuelta paramos en la isla de Nakae donde los más atrevidos nos dimos un buen chapuzón en mitad del mar, y la sensación de lanzarme del barco y bañarme con esas maravillosas vistas no se puede explicar con palabras. Me gustaría agradecer la amabilidad y alegría de todos los trabajadores que ayudaron a que ese día fuera inolvidable. De vuelta al hotel salimos a cenar y a tomar un gin en el Irish Pub, que tan buenos momentos nos ha hecho pasar.
El séptimo y último día lo dedicamos a descansar, hacer las últimas compras, bajar a la playa, tomar el último coco, disfrutar de la piscina y hacer las maletas. La diferencia de precios en comparación con las ciudades anteriores es bastante notable y se hacen caras las cosas en la isla.
Han sido tres semanas en las que hemos podido compartir grandes momentos, muchas risas, aventuras, comidas, planes, experiencias de las que podría decir muchas cosas, pero con una las resumo todas: INMEJORABLES.
Me gustaría agradecer a los autores del blog, en primer lugar por dejarnos formar parte de esta aventura (aún recuerdo como comenzamos a planearlo en una cafetería de Murcia) y también por dejarme aportar estas batillas. También agradecerle el esfuerzo y entusiasmo a nuestra maravillosa guía Hanna (sin ella los planes no saldrían siempre redondos). Y ya no me enrollo más…Hasta pronto Kapuncas!!
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