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3 septiembre, 2014

De Huangshan a Guanzhou: Resto de la ruta por China

Un autobús de 4 horas nos llevó hasta Huangshan, que literalmente significa «Montaña Amarilla», un lugar mágico dentro de China. Esta montaña tiene un gran significado cultural e histórico para los chinos, y es un destino turístico muy popular. Existe la opción de pasar la noche en la parte de arriba, en un hotel con precio astronómico, o en el pueblo en la base, que fue la opción por la que nos decidimos nosotros.

El pueblo (por decir algo, ya que es poco más de dos calles) es una sucesión de restaurantes, supermercados y tiendas de souvenirs. No pasará a la historia como el pueblo con más encanto de China, pero fue agradable escapar de las ciudades chinas de millones de habitantes, así que no nos podemos quejar demasiado.

Habíamos leído en la guía que era importante madrugar para llegar pronto y evitar las largas colas, así que a las 6 en punto (hora en la que salía el primer autobús hacia el teleférico en la base de la montaña) estábamos en la pequeña estación de autobuses. Para nuestra sorpresa, ya había decenas de personas haciendo cola!

Al llegar a la base (poco más de 15 minutos en autobús) tomamos el teleférico, que nos llevó casi 800 metros más arriba, a lo largo de 2.800 metros de recorrido hasta una altura de casi 2000 metros. Ahí comenzó nuestra caminata, y nuestra decepción inicial, ya que las nubes cubrían toda la vista y no había casi visibilidad. Por suerte, algo más tarde comenzaron a despejarse algunas nubes y pudimos ver algo; las vistas eran realmente mágicas!

Nuestra caminata, montaña abajo, comenzó cerca de las 8 de la mañana y terminó cerca de las 4 de la tarde. Según el teléfono de Charlie, habíamos caminado 17 Km., que puede que no suenen a mucho, pero escaleras abajo se hicieron largos! Estuvimos los 3 días posteriores con agujetas…

Las vistas y el paseo fueron fantásticos; la única “queja” por nuestra parte es (como pasa en casi todos los lugares turísticos de China) la cantidad de gente que había, y es que hubo momentos en los que tuvimos que hacer cola (de hasta 1 h.) tan sólo para pasar por un sendero de la montaña. Quizás estaría bien si el gobierno chino limitase el número de visitantes al día, para ofrecer una experiencia más agradable… De momento han puesto un coste bastante alto para la entrada (unos 25€, y 10€ más cada viaje en teleférico), pero esto no parece desanimar a las hordas de chinos que acuden cada día a visitar la montaña…

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Huangshan

A la mañana siguiente, sacamos nuestro lado flashpacker y decidimos tomar un taxi con destino a Tunxi, aprovechando para hacer una parada en el pequeño y pintoresco pueblo de Xidi, declarado patrimonio de la humanidad. A pesar de que la entrada costaba más de 10 Euros, tampoco desmotivó a los cientos de turistas chinos que acudían a visitar el pueblo.

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Una vez hubimos visitado el pueblo y tomando las pertinentes fotografías, continuamos el viaje hasta Tunxi, un pueblo de unos 70.000 habitantes (minúsculo para estándares chinos). Nos alojamos en el Old Street, un hostal de verdad en el que el personal hablaba inglés, todo un lujo estos días, y una gran satisfacción para nosotros!

El highlight de Tunxi es su Old Street (Lao Jié), una calle con mucho encanto (y tiendas para turistas), que recuerda a la China que todos tenemos en mente: casas de madera, farolillos rojos colgando de las ventanas, tiendas de té…

Moto tuneada

Moto tuneada

Delicias en el super

Delicias en el super

Justo enfrente de nuestro hostal teníamos un restaurante que nos encantó: a pesar de que –para variar- nadie del personal hablaba inglés, los platos estaban expuestos en el mostrador, cada uno con un código, y para pedir sólo teníamos que apuntar el código en un papel. ¡Todo un lujo! La sepia y los cangrejos de río, ¡deliciosos!

Nuestro restaurante favorito

Nuestro restaurante favorito

Unos deliciosos cangrejos!

Unos deliciosos cangrejos!

Como habíamos oído que los trenes en China se llenaban rápido, aprovechamos para comprar los billetes de tren en la estación (a base de gestos, y gracias a la “chuleta” que nos habían apuntado en el hostal), todo un ejercicio de paciencia y expresión corporal: reto conseguido! Lo único, que ya no quedaban camas en ningún tren, y tendría que ser de la clase más baja (hard seat). Más adelante os contaremos nuestras experiencias en los trenes chinos, pero no adelantemos acontecimientos…

Ya que aparte de la Old Street, Tunxi en sí no tiene demasiado para visitar, a la mañana siguiente tomamos un taxi (de nuevo con un papelito que nos habían escrito en el hotel con los destinos que queríamos visitar, y utilizando la calculadora del móvil para negociar el precio) para visitar el pueblo de Hong Cun, donde se grabaron varias escenas de la película Tigre y Dragón, y un bosque donde se rodaron las escenas de lucha sobre bambús en la misma película.

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Hong Cun

Hong Cun

Hong Cun

También aprovechamos para visitar un fish spa. No sabemos si el tratamiento era efectivo, pero los peces hacían muchas cosquillas!

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Esa misma noche tuvimos la cena de despedida (en nuestro restaurante favorito) con nuestros compañeros de viaje, que regresaban a España; toca viajar solos de nuevo!

Tras un día de relax, cappuccinos y postales, nos dirigimos a la región de Wuyuan, famosa por sus pueblos y paisajes. La “gracia” es que para visitar cada pueblo hay que pagar (y no es precisamente barato), así que elegimos uno de los pueblos (Little Likeng) y pasamos allí dos días completos, sin abandonar el pueblo por miedo a que nos volvieran a cobrar por entrar 😉

Aunque el pueblo se llena de turistas durante el día, cuando cae la noche y los grupos se marchan, queda una enorme tranquilidad, además de unas fotos preciosas. Aprovechamos esos días tranquilos para recargar las pilas y comer unos platos deliciosos que nos preparaba la dueña de nuestro hotel-restaurante (que a la vez era la casa donde vivía ella con su familia).

También comprobamos que los ríos en China pueden dar para mucho: desde lavar la ropa, hasta desplumar un pollo, pasando por preparar pescado, juegos para niños y, lo peor de todo, para pelar un animal que a día de hoy seguimos afirmando con casi total seguridad que era un perro. Esperamos que el agua para preparar la comida no viniese del río!

Little Likeng

Little Likeng

Por suerte habíamos cogido fuerzas, porque el viaje que nos esperaba más adelante no era moco de pavo: unos 1200 kms

1. Salimos a las 7 de la mañana del hostal, en taxi, destino a la estación de autobuses de la ciudad de Wuyuan (10 minutos)
2. Un autobús de 3,5 horas nos llevaba hasta la nada agradable ciudad de Nanchang.
3. Tomamos un taxi compartido desde la estación de autobuses a la de trenes en Nanchang (15 minutos). No recomendaremos ninguna visita a la estación de trenes, ni mucho menos a sus baños –y hasta ahí podemos leer sin herir la sensibilidad de los lectores.
4. Aproximadamente 3 horas más tarde salió el tren destino Guilin (desde las 3 de la tarde a las 6 de la mañana del día siguiente, unas 15 horas). Aquí aprendimos lo que significa la clase “hard seat” en China: una fila de asientos de 2 o 3 personas (en nuestro caso nos tocó de 3), sin respaldos abatibles ni ningún tipo de comodidad, en los que hay que hacer contorsionamos para encontrar una postura para poder dormir…La gente subiendo y bajando toda la noche, gente fumando, gritando a todas horas…
5. Como sardinas en latas, llegamos a la estación de trenes de Guilín. Diluviando, nos montamos en un autobús hacia Yangshuo (1 hora)
6. Un autobús local nos llevó hasta la otra punta de la ciudad (10 minutos)
7. En esa parada tomamos un minibús hacia nuestro destino final, Xinping (1 hora), llegando sobre las 10 de la mañana del día siguiente, toda una odisea, pero habíamos llegado! Eso sí, nos esperaba la noticia de que por unas reparaciones en el pueblo, habían cortado el agua en las habitaciones y no podríamos usar la ducha hasta la noche :-/

Aprovechamos los días en el pequeño pueblo de Xinping para relajarnos, hacer senderismo, montar en barca de bambú por el río Li, recorridos en bicicleta, tomar unas meriendas buenísimas (hasta scones!)…

Aunque tenemos un recuerdo maravilloso de Xinping (en el hostal, además de hablar inglés, preparaban unas pizzas en el horno de leña buenísimas), vivimos uno de los momentos más surrealistas y frustrantes del viaje. En el hotel nos habían recomendado una excursión, que comienza con un viaje en barco río arriba y a partir de ese punto el retorno se hace a pie, con la particularidad de que para seguir el sendero hay que cruzar el río 2 veces (en barco, no a nado, ya que es bastante ancho y con una fuerte corriente).

El hotel organizaba un tour, pero infundados por el espíritu ahorrador del buen mochilero, decidimos hacerlo por nuestra cuenta (en compañía de una pareja hispano-francesa que habíamos conocido la noche anterior tomando una pizza). Tras negociar el precio, el barquero nos llevó al punto más alejado del río (un viaje de 1 hora y media, muy recomendable)… Y ahí comenzó nuestro “calvario” particular. No había ningún sendero marcado, y absolutamente nadie hablaba inglés, así que sólo podíamos comunicarnos por señas. Nos llevó más de una hora deducir el punto en el que había que cruzar el río, pero el conductor del barco (que pasaba el día cruzando de una orilla a otra cada 20-30 minutos) no nos quiso llevar, haciendo un gesto de que le meterían preso si llevaba a extranjeros en su barco.

Intentamos negociar con la gente que tenía pequeños botes de bambú, pero o nos ignoraban, o nos querían llevar de vuelta, o nos pedían un precio desorbitado. ¡Nosotros sólo queríamos llegar al otro lado del río, un pequeño viaje de unos 150 metros! Desesperados, más de 2 horas más tarde, nos resignamos a coger un barco oficial que nos llevaría a la mitad del camino (por un precio superior al que habíamos pagado por el camino completo). Al acudir a comprar el billete, la chica nos señaló un letrero (por suerte se habían molestado en traducirlo al inglés) que ponía que durante 1 hora no salía ningún barco. Resignados, dimos un paseo por la zona, y cuando acudimos más tarde a comprar la entrada, nos negaban con la cabeza, insinuando que ya no quedaban billetes.

Sin entender lo que estaba pasando, una mujer se acercó a nosotros y nos dio a entender que ella podía conseguir billetes, que le pagásemos y la siguiéramos. No sabemos muy bien de dónde salieron esos billetes (¿mercado negro?), pero el caso es que nos entregó los billetes, y un barco de bambú nos llevó de vuelta, dejándonos a mitad de camino, desde donde volvimos a pie al pueblo, aún sin entender muy bien qué había pasado, habiendo pagado más del doble de lo que esperábamos, y con nuestra paciencia agotada…

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Pescador tradicional

Pescador tradicional

Este paisaje me suena...

Este paisaje me suena…

Aparte de ese episodio, tuvimos suerte con el tiempo, y pudimos hacer varios paseos y unas bonitas fotos, recargando las pilas a tope, hasta dirigirnos (en otro tren de noche, en hard seat, más de 12 horas de viaje)a la que sería nuestra última parada en China: Guangzhou (también conocida como Cantón), una pequeña ciudad de 12 millones de habitantes, muy importante por tener una fuerte actividad comercial con el resto del mundo. Sólo estuvimos una noche en la ciudad, hasta dirigirnos al aeropuerto, con destino a Vietnam, el último país de estas vacaciones…

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Este post se ha alargado más de lo previsto, así que os contaremos nuestras conclusiones tras un mes en China más adelante.

¡Gracias a todos por leernos!

P.D. No les habría venido mal una buena Roomba o iLife por allí

15 agosto, 2014

Las capitales del Norte y Sur

Desde Shanghái, nuestra ruta continuaba hacia el norte y la Capital, Beijing, una metrópolis de más de 19 millones de habitantes. Aquí aprovechamos el excelente servicio de trenes de alta velocidad e hicimos el viaje de más de 1200 kms en menos de 5 horas (más tarde aprendimos que esta era una excepción y que lo normal para esa distancia eran unos 15 horas o más…).

Llegábamos a Beijing y ya sabíamos la marcha (¡todos las estaciones parecen exactamente iguales y el sistema de metro también!). Buscamos nuestro hostal que estaba bien escondido en un callejón en un barrio donde no había ni Starbucks ni SevenEleven. Pero el personal hablaba (un poco) de inglés! Aprovechamos esta ocasión excepcional y le interrogamos sobre las diferentes posibilidades de visitar la Muralla China. Lo puede hacer uno por su propia cuenta o contratar un tour que te recoja en el hostal. La segunda opción parecía más fácil. Y tours hay varios también; zonas más salvajes, zonas más turísticas, más cerca o más lejos de la ciudad… Una parte de la Muralla tenía hasta un tobogán! Al final elegimos un tour que incluía un poco de todo, no del todo salvaje ni tan turístico y fue un acierto. Después de reservarlo nos dimos un paseo por el centro, plaza de Tian´anmen incluida, y cena ligera en un mercadillo nocturno donde había bichos de todo tipo (escorpiones, tarántulas…optamos por algo que parecía más seguro: unos wontons).

En Tian'anmen, con la Ciudad Prohibida al fondo

En Tian’anmen, con la Ciudad Prohibida al fondo

Los paparazzis

Los paparazzi

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Temprano el día siguiente ya estábamos montados en el autocar para ir a la Muralla. Con el tráfico de Beijing tardamos casi dos horas en llegar. Quizás porque escuchábamos historias de la Muralla desde niños, o por haberla vista en fotos o en referencias, o porque es lo que más relacionas con China… pero realmente entendimos por qué se considera una de las siete maravillas del mundo moderno.

Los 6000 km de Muralla no son continuos. Hay tramos que están protegidos de manera natural por ríos o precipicios, y hay muchos tramos que están en estado de ruinas. De hecho, hace tan solo unas décadas, no se le daba gran valor histórico e incluso cualquier persona podía ir a coger piedras para la construcción de sus casas, calles etc. Más tarde se dieron cuenta del gran potencial turístico y empezaron una restauración de algunos tramos.

Aquí vimos más extranjeros que en el resto de China combinada. Pero tampoco fue una exageración, y sorprendemente pocos chinos (y eso es decir algo!). El paseo por la Muralla fue fantástico… Íbamos subiendo cada vez más hasta llegar arriba de la montaña donde empezaba la Muralla en estado más salvaje. Por suerte, también nos acompañó el tiempo.
De vuelta a Beijing por la tarde, fuimos a un barrio conocido por sus “hutongs”, pequeños callejones al estilo tradicional. ¡Que diferente esto a Shanghái! Cómo dice nuestra amiga Damaris, un país de contrastes.

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La Gran Muralla China

El día siguiente lo dedicamos al centro de la ciudad. Madrugamos bastante (o eso pensamos, pero los chinos madrugan más) para ver la plaza Tian´anmen de día y el Mausoleo de Mao. Para entrar en la plaza había que hacer cola y control de seguridad, y ya estando dentro de la plaza había que hacer otra cola y control de seguridad para entrar en el Mausoleo… Y esto con miles de turistas chinos. Hay que recordar que son 1/6 de la población mundial, y que la mayoría de la población viven en sus megaciudades en la parte este del país, y todos estaban de vacas en agosto… Bueno, lo podéis imaginar! La visita al Mausoleo fue en un abrir y cerrar de ojos ya que nos metían mucha prisa para pasar. Pero pudimos entender por qué el Maoismo se considera casi una religión.

Después fuimos a la Ciudad Prohibida, el complejo de palacios más grandes del mundo (cuántos superlativos en China!!). Se llama así porque en el tiempo de los emperadores la entrada era prohibida a los que no pertenecían a la corte (y el precio una decapitación), afortundamente ahora se puede entrar por unos 7 euros y conservar la cabeza en su sitio. El lugar es enorme y después de unas horas el calor y las multitudes casi habían acabado con nosotros, así que nos fuimos a un café con comida occidental recomendado en la Lonely.

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Ciudad Prohibida

Por la tarde nos acercamos con el metro al “Mercado de la Seda”. Con ese nombre me imaginaba un bazar tradicional al estilo de la ruta de la seda, estaba equivocada, jeje… Es un centro comercial de 5 plantas donde venden todo tipo de imitaciones. Tienen que pasar muchos españoles por allí porque todos los vendedores nos gritaban Balato, balato y Tacaña! (pero todavía no habían aprendido la frase popular entre los vendedores del bazar en Estambul : Calidad Corte Inglés, Precio de Mercadona!).

El último día en Beijing cogimos el metro al Palacio de Verano, un parque con un lago artificial enorme y varios pabellones y templos. Llegamos a las 9 en punto, cuando abrían, y la primera media hora había bastante poca gente.

Por la tarde vimos dos de los templos más importantes de Beijing (por suerte están uno al lado del otro), El Templo del Lama y el Templo de Confucio. El primero es un templo budista que alberga una estatua de Buda gigante de 26 metros, tallada de un solo tronco de árbol. El templo de Confucio es uno de los primeros del país (todas las ciudades tienen uno). Aunque el confucionismo no es estrictamente una religión, sino más bien una ideología o principios éticos, ha influido y sigue influyendo mucho sobre la sociedad china.

Templo de Confucio

Templo de Confucio

Templo del Lama

Templo del Lama

Templo del Lama

Templo del Lama

Palacio de Verano

Palacio de Verano

Caligrafista en el Palacio de Verano

Caligrafista en el Palacio de Verano

Barco de Mármol, Palacio de Verano

Barco de Mármol, Palacio de Verano

Guardianes de la casa, en el tejado

Guardianes de la casa, en el tejado

Churros "made in China" con helado

Churros «made in China» (con helado)

 
Nos queríamos despedir la última noche en Beijing con una cena típica del plato estrella de la capital, el pato laqueado (los dos vegetarianos comeríamos la guarnición ;), pero no tuvimos suerte… Por lo visto los restaurantes de reputación alguna cierran todos prontos, o por lo menos no fuimos capaces de encontrar uno abierto a las 21.30 de la noche. Improvisamos en un sitio que tenía marisco y no estaba mal. Cogimos el último metro (a las 23h) para el hostal y nos dimos cuenta que los chinos se recogen pronto aunque tengan vacaciones y sea viernes… Por primera vez el tren iba medio vacío!

Al final, en perspectiva, creo que habría estado bien otro día más en Beijing. Nos dejamos bastantes cosas sin ver! Pero ya teníamos los billetes comprados para ir en el tren rápido a Nanjing, una ciudad a unos 300 km al Norte de Shangai. “Sólo” tenía unos 4 millones de habitantes (vamos, casi un pueblo!). Probablemente no reciba mucho turismo extranjero (vimos dos extranjeros en los días que estuvimos aquí), y ni siquiera parecía en la guía de Damaris, aunque en la nuestra sí. Así que un poco nerviosos estábamos a ver que íbamos a encontrar. La ciudad nos pareció un cambio agradable. No tantas multitudes y muchos sitios para pasear. Por la noche paseamos al lado de un canal, las casas antiguas iluminadas con luces y farolillos… realmente mágico. Tuvimos un pequeño percance en el hostal. Cuando entramos nos miraban con una cara de sorpresa, a lo mejor era la primera vez que un extranjero pusiera pie dentro. Los jóvenes tras el mostrador no hablaban ni UNA palabra de inglés y se comunicaron con nosotros vía el traductor del móvil. Les enseñamos la reserva que habíamos hecho en Booking y nos escriben que “no tienen permiso para alojar a turistas extranjeros”. Habíamos leído en la guía que hay muchos sitios en China que sólo permite a alojarse los chinos, de hecho ahora entendemos que no necesitan a los extranjeros para nada porque con su propia población llena todos los hoteles que quieran. Pero habíamos dado por hecho que si un sitio está en Booking en inglés y no pone nada de restricciones, pues que no habría problema. Bueno, después de unas cuantas llamadas y de escanear todas las hojas de nuestros pasaportes, nos dan una habitación (de hecho, muy chula!). Ah, y nos preguntaron si estábamos casados… No sabemos si lo pudieron verificar de alguna manera…

Al día siguiente nos fuimos a ver el Nanjing Massacre Memorial Hall que conmemoraba a los 300 000 víctimas de Nanjing que murieron en un ataque de los japoneses en la segunda guerra mundial. En esa época, Nanjing era la capital de China y un punto estratégico para la invasión japonesa. Es un museo bastante macabro, pero interesante, y te hace pensar de lo que somos capaces los seres humanos…

Por la noche cenamos en un pequeño restaurante donde nadie hablaba inglés pero fueron la gente más amable que habíamos visto desde nuestra llegada (en general los chinos no son muy serviciales…). Les enseñamos el papelito de “vegetariano” y les dejamos elegir por nosotros. Estaba todo buenísimo!

Memorial de la masacre de Nanjing

Memorial de la masacre de Nanjing

Nuestro restaurante favorito en Nanjing

Nuestro restaurante favorito en Nanjing

Con nuestro camarero favorito

Con nuestro camarero favorito

Templo de Confucio en Nanjing

Templo de Confucio en Nanjing

Nanjing por la noche

Nanjing por la noche

A la mañana siguiente nos fuimos a la estación de autobuses (ya habíamos comprado los billetes nada más llegar de Beijing – como controlamos ya!) y nos montamos en un autobús que nos llevaría a Huangshan, en una zona montañosa en la región de Anhui, unos 300 km al sur.

Siguientes aventuras pronto…Solo podemos decir que tenemos las peores agujetas de gemelos que hemos tenido jamás!

PD: Bei significa Norte y Nan, Sur. Jing es capital.

PD2: A las familias chinas les encanta ir vestidos todos igual (y también a las parejas)! ¿Quizás para tener controlados a todos entre las multitudes? Estamos considerando seguir esta tendencia… ¿Que pensáis?

Familia siguiendo la moda

Familia siguiendo la moda

Tienda de camisetas familiares en Nanjing

Tienda de camisetas familiares en Nanjing

10 agosto, 2014

El embrujo de Shanghai

Día 1
Orgullosos de haber podido comprar nuestros billetes y habernos montado en el tren correcto, llegábamos a Shanghai, la ciudad más poblada de China (nada más y nada menos que 23 millones de habitantes -9 de ellos inmigrantes- casi ná!).

Temíamos que los nombres de las paradas de metro estuvieran únicamente en caracteres chinos, y nos tocase comparar palito a palito para saber la parada correcta, pero finalmente también estaban escritas –salvo en algunos mapas- en caracteres occidentales, por lo que no nos costó demasiado trabajo llegar al hostal.

¿Dónde nos bajamos?

¿Dónde nos bajamos?

Una vez instalados en la habitación, el hambre comenzó a dejarse sentir, así que nos dirigimos caminando al barrio de Tianzifang, situado a unos 20 minutos a pie. Este barrio de casitas bajas, restaurantes “cool” (¡nada de comida china!), boutiques y tiendas de diseño, es el perfecto antídoto a los rascacielos y cadenas de restaurantes que abundan en Shanghai. No acertamos con la comida (una ensalada con dos dedos de vinagre y una pizza con mucho queso y poco sabor), pero sí con el café y la tarta de chocolate. Por si acaso, preferimos no probar ninguna de las cosas raras que vendían, como refrescos en bolsas de transfusión de sangre…

Para bajar la tarta estuvimos paseando alrededor del barrio, contemplando las casas en las que aún viven algunas familias; muchas de ellas con baños comunes, una de las razones por las que en este barrio aún se conserva cierto sentido de comunidad.
Ese día no dio lugar a mucho más; aprovechamos la tarde para relajarnos en el hostal (como de costumbre, lleno de turistas chinos).

Día 2
A la mañana siguiente, quedamos con nuestros amigos Damaris y Charlie, que habían aterrizado la noche anterior, y que se unían a nosotros durante las próximas 2 semanas.

Comenzamos el día paseando por la Concesión Francesa, en el pasado hogar de aventureros, revolucionarios, gangsters y escritores, que hoy se ha convertido en la 5ª Avenida de Shanghai, con todo tipo de tiendas de primeras marcas (¿dónde queda la China que habíamos visto en las películas?). Todo un contraste con los Hutongs (casas bajas tradicionales) que encontrábamos en algunas callejuelas cercanas.

Hutong de Shanghai

Hutong de Shanghai

Para relajarnos y huir de las hordas de personas que encontrábamos por la calle acudimos a los jardines de Yuyuan, que se suponía, según la guía, eran un oasis de paz y tranquilidad dentro de la ciudad. Tenemos que asumir que la persona que escribió la guía no acudió en verano, porque prácticamente no dejamos de esquivar a gente en todo momento; la paz y tranquilidad tendrían que esperar un poco más.

Jardines de Yanyuan

Jardines de Yanyuan

Las multitudes también presentes en los jardines.

Las multitudes también presentes en los jardines.

 
Para no tener sustos en el menú, decidimos acudir a un restaurante vegetariano. Aunque no disponía de carta en inglés, sí que tenía una muestra de productos en el mostrador, así que sólo teníamos que señalar para pedir lo que queríamos comer.

Para la sobremesa paseamos por el Bund, un barrio a orillas del río Huangpu, desde donde se podía contemplar la parte más nueva de la ciudad, situada en la otra orilla.

26 años de brutal transformación de Shanghái, en solo dos imágenes

Cruzamos el río a través del túnel subterráneo que une ambas orillas, comunicadas por un tren sin conductor. Si no habéis utilizado este túnel, no queremos arruinar vuestra experiencia desvelando el misterio; tan sólo diremos que un cartel presume de ser el primer túnel del mundo que hace a la vez funciones de transporte y entretenimiento.

Con un billete combinado, pudimos cruzar al otro lado y subir a la planta 100 del Shanghai World Financial Center, edificio que recuerda a un abrebotellas. Contemplando la ciudad a 492 metros de altura, muchos de los edificios que antes nos parecían inmensos, ahora parecían minúsculos.

Para cuando llegamos arriba, ya se había puesto el sol, y las vistas que ofrecía el edificio sobre Shanghai eran impresionantes. Si estáis por allí, no dejéis de visitarlo!

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Rascacielos en Shanghai

Rascacielos en Shanghai

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Al bajar comenzó la ardua tarea de buscar un restaurante. No eran mucho más de las 22, pero por aquel entonces muchos restaurantes habían cerrado. Finalmente comimos algo en un centro comercial y, agotados, nos dirigimos al hostal a descansar. No habíamos contado los kilómetros recorridos ese día, pero con toda seguridad eran más de 20.

Día 3
Aunque los chinos suelen tomar para desayunar comida similar a la que comen el resto del día, a nosotros aún nos cuesta asimilar esa costumbre, así que nos compramos unos croissants y unos cafés para llevar. Caminando, llegamos a la Plaza del Pueblo (nada que ver con lo que en España conocemos como plaza del pueblo; aquí no había iglesia, bar ni estanco), donde estuvimos paseando por los alrededores.

También aprovechamos para visitar el lugar del Primer Congreso Nacional del CCP (Partido Comunista Chino), fundado en el año 1921, un lugar “sagrado” para el comunismo chino. Al buscarlo en la guía, aparecía una de las palabras más apreciadas por los mochileros: “Gratis” (tan sólo había que enseñar el pasaporte para entrar). En este lugar se fundó el partido Comunista Chino, y aunque tiene un punto de propaganda, no deja de ser un lugar muy interesante para visitar (¡y gratis!).

Partido Comunista Chino

Como aún teníamos agujetas, por la tarde acudimos a probar el masaje chino. Sólo dos palabras: ¡qué dolor! No sabemos si habíamos dicho algo inapropiado a las masajistas, porque se pasaron las 2 horas haciéndonos sufrir, incluso caminando encima de nuestro ya maltrecho cuerpo y tirando de nuestras extremidades.
Para olvidarnos de los golpes sufridos (hay que reconocer que una vez pasado el trago, uno se queda relajado), acudimos de nuevo al barrio de Tianzifang. Acudimos a un restaurante indio que aceptó servirnos a cambio de que a las 22 horas hubiésemos acabado (para asegurarse, 15 minutos antes apagaron la música y nos trajeron la cuenta sin haberla pedido; ¿sería una indirecta?).

Practicando el Tai-Chi en un parque.

Practicando el Tai-Shi en un parque.

Día 4
Tras un nuevo madrugón –para no variar- nos dirigimos en un tren a Suzhou, un “pueblecito” de más de un millón de habitantes (pequeño para los estándares chinos). Conocida como “la Venecia del Este”, por esta ciudad circulan varios canales, y dispone de un centro histórico razonablemente bien conservado, además de varios lugares para toma café y té. Bajo un sol abrasador, recorrimos a pie todo el centro de la ciudad, y cerramos la visita subiendo a lo alto de una pagoda de 8 pisos, desde lo alto de la cual se podían divisar los rascacielos en construcción y una nube gris, seguramente una mezcla de contaminación y vapor.

Canales de Suzhou

Canales de Suzhou

Canales e Shuzou

Canales e Shuzou

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Día 5
En metro nos dirigimos a la estación de tren, para viajar hacia Beijing. Esta vez habíamos hecho los deberes, y nos habíamos comprado los billetes (también el de salida de Beijing) con antelación, lo cual fue todo un acierto porque nos ahorró tiempo y empujones a la hora de hacer cola. Además, el tren iba lleno por lo que de haber esperado al último momento puede que nos hubiéramos quedado sin sitio.

Como idea general de Shanghái, nos llevamos una ciudad moderna, de contrastes, llena de tiendas de lujo, Starbucks en cada esquina y mucha, mucha (¡mucha!) gente. No en vano, esta es una de las ciudades más densamente pobladas de toda China.

Precios Medios

3 agosto, 2014

Las tribulaciones de dos vegetarianos en China (primer contacto con el Gigante asiático)

Nuestra primera toma de contacto con la cultura china fue en el aeropuerto de Chiang Mai. Al llegar a la cola de facturación, descubrimos que, aparte de otra pareja, éramos los únicos “guiris” en el vuelo; el resto eran todos chinos (Hangzhou, nuestro destino, no es un lugar al que viajen muchos turistas extranjeros, aunque sí un lugar popular entre los propios chinos).

Pero sigamos con nuestro relato: poco tardamos en darnos cuenta que nada más colocarnos en la fila, se nos colaron dos personas. “Bueno, quizás no se habían dado cuenta que la cola continuaba por aquí –hacía una curva a nuestra altura-”, pensamos nosotros. Poco tardamos en darnos cuenta de cómo funcionan las colas en China: gente que intenta colarse (con más o menos disimulo), una señora mayor que no paraba de gritar a todo el mundo… Y lo más curioso de todo: en el instante en que habilitaron un nuevo mostrador para la facturación (inicialmente había sólo uno), decenas de personas se abalanzaron a la velocidad del rayo para colocarse en la nueva fila, mientras a nosotros sólo nos daba tiempo a mirarnos e intentar asimilar lo que estaba pasando…

Aparte de eso y algunos retrasos en la facturación por diversos motivos –grupos grandes que entregaban montones de pasaportes a la vez, otros que iban a pesar sus maletas y rehacían contenidos y bultos- el vuelo transcurrió sin mayores incidentes.

Al aterrizar, y tras pasar los controles pertinentes, un señor con malas pulgas nos indicó a la otra pareja de extranjeros y a nosotros, que debíamos pasar por una cola especial para inspección de equipajes (¡aún no entendemos cómo se dieron cuenta, sin siquiera mirar nuestros pasaportes, que no éramos chinos!). La inspección no fue demasiado exhaustiva (más teatro que otra cosa), y el único momento de tensión llegó a la hora de explicar al inspector dónde se encontraba Suecia; finalmente conseguimos aplacar su curiosidad con un “cerca de Alemania”. Por España no preguntó, así que asumimos que sabía por dónde quedaba…

Como ya era tarde (cerca de las 23:00), en lugar del autobús decidimos coger directamente un taxi. Por suerte, llevábamos los deberes hechos y teníamos un papelito con la dirección del hotel escrita en chino; de no haberlo hecho había sido imposible llegar, ya que lo único que el taxista sabía decir en inglés era “ok” y “no problem”.

Durante los 30 km. que separan el aeropuerto de la ciudad, el conductor – que iba en bermudas- iba dando regularmente unos sorbos a un bote que contenía un líquido con unas hierbas con pinta de no pasar un control de aduanas. No obstante, y aunque a fecha de hoy aun no lo hemos confirmado, parece ser únicamente té verde (hemos visto muchas personas con su botecito de té en la mano en cualquier lugar).

El encargado del turno de noche del hostal tampoco hablaba nada de inglés, así que utilizando nuestro mejor lenguaje corporal hicimos el check-in y conseguimos dos botellas de agua… Llevábamos poco más de una hora en china y ya habíamos tenido problemas para hacernos entender; ¿mejoraría la cosa en las 4 semanas que tenemos por delante?

En las opiniones del hostal, y en la propia recepción, habíamos leído que junto al hostal había una guardería, y que de 8 a 9 de la mañana los niños salen al patio a hacer ruido y alboroto; ¿o quizás ponía ejercicio? En cualquier caso los niños chinos deben estar de vacaciones porque nadie nos despertó al día siguiente… Tras un desayuno que no entrará en nuestra lista de favoritos (entre otras cosas, el pan era dulce), nos dirigimos a la principal atracción de Hangzhou, el “West Lake”, un lago con un paseo alrededor de unos 10 kilómetros.

Aunque lo típico es alquilar unas bicicletas para recorrerlo, decidimos ir a pie hasta poder contrastar el estilo de conducción en China. Entre el intenso calor y las múltiples paradas para hacer fotografías, la ruta alrededor del lago nos llevó casi todo el día.

Vista del lago

Vista del lago

Vista del lago

Vista del lago

Una sueca en Hangzhou

Una sueca en Hangzhou

Aterdecer en el West Lake

Aterdecer en el West Lake

No tardamos en descubrir que el hecho de ser prácticamente los únicos extranjeros en el vuelo era algo significativo: durante las varias horas que duró el paseo nos cruzamos con muy pocos turistas no chinos; de hecho algunas personas nos pidieron hacerse fotos con nosotros, y otros nos fotografiaban, con bastante poco disimulo, con sus móviles. Hangzhou es un destino habitual para parejas chinas en luna de miel, pero asumimos que no debe ser muy común ver a una sueca y un español paseando por allí…

Una rubia en Hangzhou, toda una atracción

Una rubia en Hangzhou, toda una atracción

Hombres jugando a las cartas en el parque

Hombres jugando a las cartas en el parque

 

A eso del mediodía, cuando el hambre empezó a dejarse sentir, nos acercamos a la zona de restaurantes. En uno de los que estaban recomendados en la guía, había una cola de unas 20 personas esperando, así que nos aventuramos en uno que, a simple vista, parecía limpio pero no demasiado chic. De nuevo tuvimos que usar lenguaje corporal para conseguir una mesa para dos. Hasta ahí todo bien; el momento duro llegó cuando vimos la carta: ¡todo en chino! Ni una sola letra occidental… ¿Y cómo salimos de esa, os preguntaréis? Pues, de nuevo, habíamos hecho los deberes. Llevábamos un papelito que dice (o eso creemos): “Comida Vegetariana”. Señalando a una de las fotos del menú que parecía algún tipo de verdura, y pidiendo “rice” (eso sí lo entendieron), tuvimos nuestro primer encuentro con la comida china.
Según nuestra Lonely Planet, la mayor parte de los platos en China tienen algo de carne. Además, la carne se asocia a la virilidad, por lo que no estoy seguro lo que pensarán de mí cuando vaya por ahí con mi cartelito de “comida vegetariana”…

Con un poco más de expresión corporal conseguimos que el camarero nos indicase el camino al baño. A punto estuve de hacer un gesto algo más escatológico para que pudiera entenderme (la palabra “toilet” no le decía nada), pero en un momento de lucidez decidí hacer un gesto de lavarme las manos, y parece que funcionó, ya que señaló hacia un pasillo, manteniendo mi dignidad intacta (o casi).

¿Qué vamos a comer hoy?

¿Qué vamos a comer hoy?

Esto fue lo que nos trajeron...

Esto fue lo que nos trajeron…

 

Todo sigue indicando que vamos a tener algunos problemas de comunicación durante estas 4 semanas, así que estamos decididos a aprender algunas palabrillas de chino (por ahora no hemos pasado del Ni hao –hola- y Xie xie – gracias.

Tras el paseo alrededor del lago estábamos tan cansados que volvimos al hostal a dormir una ibérica siesta para reponernos del esfuerzo (tanto físico como mental). Una vez bajó el sol, salimos de nuevo en dirección a una calle peatonal que, según la guía, tenía varias tiendas y lugares para comer algo.

En el mercadillo vimos todo tipo de objetos para comprar: algunos con luces y colores ya los habíamos visto en España; otros eran realmente novedosos.

Llegados a la calle de la comida nos tocó –lo habéis adivinado- señalar a algo que parecían tallarines con verduras, además de otro plato con –y aquí nos la jugamos un poco más- algo que parecía berenjena rebozada. Al lado nuestro, la gente degustaba todo tipo de platos irreconocibles, y lo que parecía ser el plato estrella, pinchos de cangrejo frito.

Esos tallarines tienen buena pinta

Esos tallarines tienen buena pinta

En el mercadillo

En el mercadillo

 

Como teníamos el espíritu aventurero a flor de piel, de postre pedimos, en otro puesto, algo que asumimos sería un batido de fresa. Esta jugada salió bastante mejor, porque el batido, aunque lejos de los deliciosos smoothies de Chiang Mai, era muy refrescante.

Esa misma noche, de camino a la zona del mercado, vimos a bastantes personas (sobre todo mujeres mayores) bailando una coreografía en el parque, algo que parece ser bastante habitual por aquí (eso, y gente que se pone a cantar con su micrófono y un casette, también en los parques). Al menos no podremos decir que los chinos no son gente activa!

Tras un día repleto de impresiones, y de comprobar que los precios en China son bastante más altos que en sus países vecinos (al menos los que habíamos visitado), nos metimos en la cama deseando que los niños de la guardería siguieran de vacaciones y no nos despertaran por la mañana: para vuestra tranquilidad os podemos contar que nadie, aparte del sol en los ojos, nos despertó al día siguiente.

Una vez tomado el pertinente desayuno, nos dirigimos en autobús (lo habéis adivinado, llevábamos el nombre de la línea y el destino apuntados en un papelito) al templo de Lingyin, el templo budista más famoso de Hangzhou. Allí pudimos comprobar que el fervor religioso en China es muchísimo menor que en otros países de alrededor. Aquí la mayoría de visitantes venía a hacer fotos con su smartphone antes que a rezar ante la estatua de Buda.

Budas tallados en la piedra en Lingyin

Budas tallados en la piedra en Lingyin

Estatua en el templo

Estatua en el templo

Incienso en Lingyin

Incienso en Lingyin

 

Una vez visitadas las diferentes partes del templo, tomamos el autobús de vuelta para visitar el templo de Jinci, situado justo al lado de nuestro hostal, y que según nuestra guía tenía un restaurante vegetariano (a estas alturas ya nos habíamos dado cuenta que tanto encontrar opciones vegetarianas como hacernos entender con los camareros iba a ser complicado). Por desgracia, lo que parecía ser el restaurante estaba cerrado por reformas, y sólo conseguimos que un señor en una esquina del templo nos vendiese un filete de tofu en una bolsa de plástico, resguardados bajo un tejado porque llovía a cántaros… Definitivamente, nuestra relación con la cocina china no había comenzado con buen pie!

Por la tarde salimos de nuevo a pasear por el lago y a contemplar la puesta de sol. Nos repusimos con una buena cena (menú en inglés, ¡aleluya!) y nuestro primer helado en China; este sí, delicioso!

Esto fue lo que dieron de sí las 3 noches en Hangzhou, cuyo highlight es, sin duda alguna, el fotogénico lago situado en el centro de la ciudad. Nos llevamos en la mochila unas bonitas fotos y haber recuperado la (ya casi olvidada) sensación de ser prácticamente los únicos extranjeros.

A la mañana siguiente, ya sólo nos quedaba una última misión: conseguir un billete de tren con destino Shanghai. Un taxi nos dejó en la estación, y allí, tras colocarnos en 3 filas diferentes, conseguimos al fin nuestros billetes de tren. Aunque eran de segunda clase, ¡nos pareció un vagón excelente! Tan sólo una hora más tarde (el tren alcanzaba velocidades de más de 300 Km/h), llegábamos a la misteriosa Shanghai, la perla del Este. En unos días tendréis nuestras impresiones. Como siempre, ¡seguiremos informando desde aquí!

Misión cumplida, ¡tenemos los billetes!

Misión cumplida, ¡tenemos los billetes!

 

Las 5 cosas que más nos han sorprendido (hasta ahora) de China. Sin ningún orden en particular:

1. La obsesión de los chinos por llegar los primeros en todas las colas
2. Los peinados “macarrillas” que hacen a muchos niños (la palma se lo lleva uno con un corte de pelo con el logo de Apple)
3. Por qué muchos hombres caminan con la camiseta subida, enseñando la barriga
4. A diferencia de muchos otros países que hemos visitado, la mayoría de gente que se aloja en los youth hostels son chinos, y no extranjeros.
5. Las coreografías y bailes que hacen al aire libre en los parques

Precios medios
Taxi del aeropuerto al centro (30 Km.): 17 Euros
Entrada al templo de Lingyin: 7 Euros
Autobús urbano: 25 céntimos
Filete de tofu poco suculento: 60 céntimos