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1 octubre, 2012

Despedida de Bolivia

16-28 de septiembre

¡Hola a todos nuestros lectores! Después de varios días sin escribir, volvemos a la carga para contarnos nuestros últimos días en tierras Bolivianas.

En primer lugar, queremos compartir con vosotros el resultado de la campaña “Ayúdanos a ayudar”. En total, hemos recaudado 420€, que hemos transferido a la cuenta de Plataforma Solidaria. Desde aquí, ¡muchas gracias a todos los que habéis colaborado! Os podemos asegurar, desde nuestra experiencia, que ese dinero va a llegar a muchas personas que lo necesitan realmente… Y para todos aquellos que queráis colaborar, podéis hacerlo en cualquier momento, directamente a través de la web de Plataforma Solidaria.

El tiempo en Santa Cruz (en total casi 4 semanas)  ha pasado muy rápido. Hemos tenido ocasión de aprender multitud de cosas, compartir experiencias y vivencias muy bonitas, y también hemos roto nuestra dieta vegetariana. Esto último debido a que todos los días comíamos la misma comida que los niños del comedor, aunque había tan poca carne en el plato que casi no cuenta 😉

Seguramente la manida frase de que, en una actividad de esta índole, uno recibe más de lo que da, puede sonar a tópico. Sin embargo, al menos en nuestro caso, sin lugar a dudas ha sido así.

El hecho de convivir día a día con personas con problemas de extrema gravedad, hace que uno se replantee muchas de nuestras situaciones, además de poner en perspectiva las dificultades que tenemos o hemos tenido en nuestra vida.

Seguro que muchos recordáis la escena de “El Club de los Poetas Muertos” (una de mis películas favoritas) en la que Mr. Keating hace subir a sus alumnos, uno a uno, a la mesa del profesor, para que puedan ver el mundo desde otra perspectiva. Podemos decir que nuestras experiencias estas tres semanas y media han sido como subirnos a esa mesa.

Si tenemos que quedarnos con 3 lecciones aprendidas (y son muchas más), podríamos listar las siguientes:

  • La gravedad de nuestros problemas es relativa
  • No necesitamos tanto como creemos para ser felices
  • Pase lo que pase, es importante ser positivo y sonreír

Estos días aquí nos han dado una visión diferente del mundo “ahí fuera”, y nos han hecho darnos cuenta de que somos realmente afortunados. Por mucho que hayamos visto las noticias, os podemos asegurar que no es lo mismo ver en el telediario la historia de una niña cuya madre tiene SIDA que abrazarla; no es lo mismo escuchar que hay gente que malvive en casas en malas condiciones que entrar a visitar una de ellas, y definitivamente no es lo mismo leer en un periódico la historia de una niña en situación de abandono que sonreírle, y que ella te devuelva la sonrisa.

Con una gran pena, teníamos pensado marcharnos en dirección a Perú el lunes 24 (día de Santa Cruz), pero justo entonces hubo un bloqueo en muchas de las carreteras de Bolivia, así que tuvimos que quedarnos hasta el jueves disfrutando de la hospitalidad de Gabri, Daniela y Gabrielito, creo que salimos ganando J

Para evitarnos sorpresas de última hora, compramos un vuelo a La Paz (al 50%, gracias a que lo adquirimos en la feria de Santa Cruz). Pocos minutos después de haber aterrizado, tomamos un bus a Copacabana, donde pasamos una noche, y a la mañana siguiente nos montamos en un autobús con destino a Puno, Perú. Con esto acaban casi dos meses en Bolivia, un país al que hemos llegado a coger un gran cariño, y donde hemos vivido grandes experiencias. ¡Esperamos volver algún día!

Soy un cuchillito...

Soy un cuchillito…

Con los niños de la guarde

Con los niños de la guarde

De excursión

De excursión

¡Vamos a jugar!

¡Vamos a jugar!

Una niña boliviana y una sueca no tan niña

Una niña boliviana y una sueca no tan niña

Cena de despedida

Cena de despedida

18 septiembre, 2012

¡Ayúdanos a ayudar!

Normalmente en este blog os solemos contar nuestras aventuras, experiencias o reflexiones. En lugar de ello, esta vez os pedimos ayuda a todos vosotros. Pero, al igual que Thomas Smith, cuando, en plena refriega con el Capitán Alatriste, y cuando la cosa pintaba mal, pidió cuartel, pero no para él, sino para su compañero (lo cual fue capaz de mover al mismísimo Alatriste), os pedimos ayuda no para nosotros, sino para los niños de Plataforma Solidaria y sus familias.

Y os pedimos ayuda porque hemos comprobado de primera mano lo poco que hace falta para ayudar a estos niños que tanto lo necesitan. Algunos ejemplos:

Alimentar a 100 niños durante una semana: 80 Euros

Gastos mensuales para un niño en el colegio: 1,5 Euros

Comedor (4 comidas al día) para un niño durante un mes: 2,5 Euros

 

Por ello, nos gustaría pediros a todos los que podáis, que colaboréis con esta maravillosa organización. Si podéis hacernos llegar vuestra aportación, nosotros se la entregaremos de vuestra parte a Plataforma Solidaria, para que puedan seguir continuando con su maravillosa labor, y ofreciendo un futuro a todos estos niños. Más abajo encontraréis un formulario en el que podéis contarnos con cuánto podéis colaborar (o podéis escribirnos directamente por e-mail o Facebook). Nosotros os diremos cómo hacernos llegar el dinero, para que nosotros se lo entreguemos a Gabriel en nuestro último día aquí, que será el lunes 24 de septiembre (una semana desde hoy). O si lo preferís, os podemos indicar cómo hacer un ingreso directamente a la organización. Os garantizamos que el 100% del dinero recaudado irá a parar a los niños; principalmente a sus necesidades más básicas como alimentación, ropa, etc., así como su educación, que para Plataforma Solidaria es algo fundamental (nosotros lo compartimos al 100%).

Si por tu situación no puedes echarnos una mano económicamente, te agradecemos si puedes hacer llegar este mensaje a tanta gente como puedas: compartiendo el Facebook, Twitter, etc.

Desde aquí, y de parte de Adriana, Belén, Carlitos y otros muchos niños a los que os animo vengáis a conocer,

¡GRACIAS POR VUESTRA AYUDA!

 

Recaudado hasta la fecha (18/9): 420 Euros

Días restantes: 0 (pero se siguen aceptando donaciones)

 

Tu nombre

Tu e-mail

Puedo colaborar con Euros

Tu Mensaje (opcional)

Nota: al pulsar enviar, esta información nos llegará a nosotros por correo electrónico, los datos no serán visibles en la página

 

Con los niños de la guardería

Con los niños de la guardería

Hanna muy bien acompañada

Hanna muy bien acompañada

18 septiembre, 2012

Primeras 2 semanas de voluntariado en Santa Cruz

1-15 de septiembre

Tras pasar una noche entera en el autobús (algo que empieza ser habitual en el viaje), a las 10 de la mañana entrábamos en la estación de autobuses de Santa Cruz, donde mi primo Gabriel nos estaba esperando con su eterna sonrisa para llevarnos a su casa, situada a unos 13 kilómetros de Santa Cruz. En ese primer trayecto pudimos comprobar de primera mano la locura de tráfico de la ciudad…

Gabriel (junto a su esposa Daniela) trabaja en una organización llamada Plataforma Solidaria, situada en el barrio de “Los Lotes”, uno de los más desfavorecidos de Santa Cruz. Su trabajo está centrado en niños con situaciones difíciles (y las de algunos de ellos, os lo podemos contar de primera mano, son realmente difíciles): disponen de una guardería, un comedor en el que dan varias comidas al día a cerca de 100 niños, actividades deportivas, labores de prevención (principalmente en el área de salud) y otras muchas actividades.

Santa Cruz de La Sierra, situada en el Oriente Boliviano, ha sufrido un crecimiento muy rápido, quizás demasiado, y ha dado lugar a unas grandes situaciones de desigualdad, que hemos podido comprobar día a día.

Durante las tres semanas que estaremos aquí con ellos, vamos a echar una mano como voluntarios en Plataforma Solidaria. En el momento de escribir esto ya llevamos dos (¡que se han pasado volando!), y podemos contaros sin lugar a dudas que han sido de las más bonitas y emotivas de todo el viaje.

Lo más bonito de todo es comprobar cómo estos niños, que muchas veces sufren unas carencias tremendas (tanto económicas como emocionales) contagian una alegría y unas ganas de vivir inmensas, y nos ofrecen un gran cariño.

Gracias a todos los niños, y sobre todo a Gabriel, Daniela y el resto de la organización. Sin lugar a dudas, si no existieráis, ¡habría que inventaros!

Y para todos vosotros que nos leéis, una pequeña petición: ¡Ayúdanos a ayudar!

9 septiembre, 2012

En Copacabana (pero no de Brasil)

27-31 de septiembre de 2012

El nombre “Copacabana” nos evoca largas playas de arena blanca en Brasil, cuerpos al sol y glamour; sin embargo en Bolivia, a orillas del lago Titicaca, hay otro Copacabana, que si bien no es tan conocido por el público en general, bien vale una visita, así que hacia allá nos dirigimos con nuestra amiga Olivia, que ya lleva más de una semana con nosotros.

Tras media horita de vuelo, llegábamos a La Paz (por segunda vez; no sería la última). Un taxi nos llevó a la estación de autobuses, y unos minutos más tarde salía el bus en dirección a Copacabana. Tres horas y media más tarde, con un pequeño trayecto en barca por medio, atravesando el ya mencionado lago, llegábamos a la ciudad. Esa noche era ya tarde, así que no había tiempo para mucho más: cena y a dormir: mañana sería otro día.

Para poneros en situación, el Lago Titicaca está considerado como el lago a gran altura (3.808 m sobre el nivel del mar) más grande del mundo. Cuenta con una superficie de 8.400 km2, y está repartido entre Bolivia y Perú (ambos países aseguran que su parte es el Titi, y la Caca para el otro). En el  lado Boliviano, cerca de Copacabana, se encuentra la Isla del Sol, donde según la mitología inca se tuvieron lugar la creación y el nacimiento del Sol, por lo que es un lugar muy sagrado, destino de muchos peregrinos.

En la tranquila ciudad de Copacabana viven más de 50.000 personas, y está llena de restaurantes (casi todos ellos sirven la tradicional trucha del lago Titicaca, cocinada de mil maneras). Descubrimos gracias a nuestro amigo Tripadvisor el “Condor & Eagle”, llevado por un peculiar irlandés afincado en Bolivia, que prepara todos sus cafés y platos con un gran esmero. Fuimos allí a desayunar todos los días, excepto el último porque estaba cerrado…

Como volvíamos a estar a gran altura tras la visita a Rurrenabaque, y escaseaba el oxígeno, fuimos poco a poco explorando la ciudad. La subida al cerro Calvario, desde el que se contempla toda la ciudad, y hay una buena vista del lago y la Isla del Sol nos llevó buena parte de la mañana.

Para visitar la Isla del Sol, tuvimos que madrugar un poco y tomar un barco que tardó cerca de dos horas y media. Nos dejó en la parte norte de la isla, desde la que pudimos contemplar la roca sagrada, lugar donde se inició la leyenda de la creación inca, y donde se puede contemplar (con mucha mucha imaginación) la cara de Viracocha. También hay una mesa de ceremonias, y una fuente con agua sagrada.

Desde allí se puede caminar por un bonito (y extenuante) camino hacia el lado sur, donde un barco nos llevó de vuelta a tierra firme (unque muchos viajeros pasan la noche en esta bonita isla, donde residen de forma permanente unas 3000 personas).

Y así, con algún que otro café helado, paseos por la ciudad y desayunos exquisitos concluyó nuestra visita al lado boliviano del lago Titicaca (cuando dentro de aproximadamente un mes crucemos a Perú visitaremos el otro lado, os contaremos cuál nos ha gustado más).

Ahora es momento de tomar un bus a La Paz (3 horitas), y unas horas más tarde tomar otro autobús hasta Santa Cruz de La Sierra (éste de 17 horas), donde vamos a pasar 3 semanas –record de permanencia en nuestro viaje- con Gabriel y Daniela, echando una mano como voluntarios en la ONG donde ellos colaboran, Plataforma Solidaria. ¡3 semanas sin hacer la maleta! Esto es vida 🙂 Os contaremos más noticias desde allí…

2 septiembre, 2012

En la jungla amazónica

21-27 de agosto de 2012

Cuando uno piensa en Bolivia, imagina llanuras de altiplano, montes andinos y llanuras extensas llenas de llamas. Sin embargo, un tercio de la superficie de Bolivia es selva amazónica. Nos decantamos por conocer la cuenca amazónica en Rurrenabaque, al Norte de Bolivia.

Desde La Paz decidimos tomar un vuelo de 35 minutos a Rurrenabaque, ya que la carretera no está en muy buenas condiciones. Un taxi nos llevó a los tres al aeropuerto, y allí descubrimos el avión más pequeño en el que hemos volado; sólo tiene dos filas de asientos, una a cada lado, y hay que agacharse para poder caminar. A pesar de nuestras dudas iniciales, y tras un vuelo agitado pero breve, aterrizamos en el aeropuerto de Rurrenabaque (Rurre para los amigos). El aeropuerto es poco más que una pequeña pista de asfalto (el resto es hierba), y una pequeña casita en la que recogimos nuestros equipajes.

Lo primero que hicimos, tras instalarnos en el hotel, fue buscar una compañía para hacer un tour por la selva, lo cual no es tarea fácil, ya que hay cerca de 30, y todas ellas ofrecen unas rutas similares. Al final nos decidimos por Mashaquipe, que aunque no era de las más baratas, parecía mostrar una buena preocupación por el medio ambiente y la ecología, además de unos buenos servicios. Se definen a sí mismos como una compañía de etno-eco turismo.

Dentro de los lugares a visitar cerca de Rurre, tenemos la selva, a cuya zona se la que se accede navegando a través del río Beni (dentro del espectacular parque Nacional Madidi, en el que se pueden encontrar más especies protegidas que en cualquier otro lugar del mundo), y que como su nombre indica tiene la vegetación propia de la jungla amazónica, y las pampas, una parte de flora más baja y sabanas pantanosas. Como estábamos interesados en ambas, nos decidimos por hacer un tour combinado, con 3 noches en la selva y 1 en las pampas.

A la mañana siguiente comenzó el tour; caminamos en el pueblo a la orilla del río donde un barco nos llevó hasta una pequeña aldea tradicional al borde del río, y donde pudimos degustar zumo de caña de azúcar y otros dulces locales. Después de eso llegábamos al que iba a ser nuestro hogar durante las 3 noches siguientes, situado a un par de horas en barco desde Rurre.  Nuestra cabaña la compartimos con más gente, estaba de hecha de paja y con suelo de tierra- afortunadamente los mosquiteros estaban en buenas condiciones. Allí comimos (una comida sorprendentemente deliciosa para estar en medio de la jungla, donde el agua se toma desde un arroyo cercano, y sólo hay electricidad unas horas al día, con generadores de gasolina), nos tomamos un pequeño descanso y partimos con nuestro guía a una excursión donde pudimos contemplar una colonia de una de las numerosas especies de loros (en el parque Madidi se pueden encontrar más de 1.100 especies de aves documentadas; además de ser uno de los ecosistemas más intactos del continente).

A la vuelta nos esperaba una copiosa cena, y tras acabar salimos en la oscuridad a contemplar unas tarántulas enormes que vivían peligrosamente cerca del lugar donde dormíamos, aunque por suerte nos contaron que no se suelen mover demasiado del árbol donde establecen su hogar. Esa noche dormimos como bebés, con los sonidos de la jungla como único ruido de fondo.

Al día siguiente partimos a una caminata por la jungla acompañados de nuestro guía, Rodolfo, quien era una enciclopedia viviente de la jungla. Conocía los nombres de todas y cada una de las plantas, además de sus propiedades medicinales (o venenosas). Era tanta información que hemos olvidado todos los nombres, pero vimos una planta que era un tinte natural (con la que habían teñido a un turista de pelirrojo), otra que una vez masticada deja la lengua anestesiada (cuando la probamos nos dejó la boca como tras una visita al dentista), otras alucinógenas, etc.

También pudimos ver varias especies de animales: monos, pájaros, cerdos salvajes (chanchos como los llaman allí), caimanes y toda una gran variedad de insectos de todas las formas y colores. De nuevo, nuestro guía no sólo conocía los nombres, costumbres y lugares donde frecuentan todos animales, sino que era capaz de identificarlos por el sonido. Pero no sólo eso: también era capaz de imitar sus sonidos: aún recordamos con estupor cuando imitó el sonido que hacen los caimanes, ¡y uno de ellos salió del río en ese momento (afortunadamente era uno pequeñito)!

La selva es un lugar que presenta una dicotomía curiosa: para el no iniciado es un lugar lleno de animales peligrosos, plantas venenosas y otros muchos elementos hostiles. Sin embargo, una vez se aprende a conocerla y respetarla, para la persona que se toma el tiempo necesario, es una fuente inagotable de recursos, y una auténtica farmacia capaz de curar cualquier enfermedad o resolver todos los problemas (¿no os parece una metáfora preciosa para la vida en general?). Son tantas las plantas con propiedades curativas que incluso –nos contaba Rodolfo- hay un estudio que va por muy buen camino para tratar el SIDA con uno de los árboles que crece en el parque.

Pasamos el día completo de caminatas por la jungla, aprendiendo a identificar plantas, observando animales y escuchando las historias de Rodolfo (tiene para escribir varios libros). Nuestra idea inicial era pasar la noche en mitad de la jungla, en una tienda de campaña, pero un chaparrón tropical nos acabó de quitar la idea.

El tercer día comenzó de nuevo con una caminata de 5h, seguida de una comida en mitad de la jungla. Para retornar a nuestra cabaña utilizamos un medio de transporte diferente: unos troncos atados entre sí hacían las veces de balsa, que podía dirigirse usando un palo. La suave corriente nos arrastró río abajo hasta llegar de nuevo al campamento, donde íbamos a pasar la última noche.

A la mañana siguiente, como diría Forrest Gump, las compuertas del cielo se abrieron, y comenzó a caer un diluvio tremendo. Tras el desayuno, nos montamos de nuevo en las barcas y volvimos a Rurre. En las oficinas de la compañía tomamos un jeep que nos llevaría, 3 horas más tarde al albergue de la zona de las pampas. Aquí conocimos a Amalia, una chica española que estaba de cooperante por la zona y que esperamos volver a ver en Santa Cruz. Tras una rápida comida, nos montamos a bordo de un barquito y salimos de exploración por el río, donde pudimos ver muy de cerca numerosos caimanes, capibaras (un extraño animal mezcla de rata y cerdo, que es –aprendimos gracias a la Wikipedia- el roedor más grande del mundo) y delfines.

Precisamente al llegar a un punto donde el río se hacía más grande, vimos unos 8 o 10 delfines que nadaban alrededor de nosotros. Estos delfines son unos animales curiosos: protegen a los humanos de caimanes y pirañas, así que una vez el guía nos volvió a asegurar que era seguro, y nos invitó a meternos al agua, tras mirar de reojo a los caimanes de la orilla, me lancé al río, ¡no podía dejar pasar esta oportunidad! Con la excusa del frío, el resto del grupo decidió quedarse en el barc Eso sí, una vez los delfines se marcharon, por si las moscas (más bien por si los caimanes) subí a la velocidad del rayo a la barca, e iniciamos el viaje de retorno.

Para nuestro último día, nuestro guía nos tenía reservada una amena a la par que inquietante actividad: recorrer una charca en busca de alguna simpática anaconda de varios metros de longitud. Tras ponernos las botas de agua, y recordarnos que a las anacondas no les suele gustar que los turistas las pisen, nos metimos en la charca, y durante casi dos horas fuimos en fila intentando avistar alguna que otra serpiente. Para decepción de nuestro guía, y alivio de algunas viajeras, no fuimos capaces de encontrar ninguna, y como no había tiempo para mucho más, regresamos al albergue, donde tras una rápida comida iniciamos el retorno a Rurre.

Aprovechamos esa última noche para comprar un vuelo de vuelta a La Paz (a última hora decidimos cambiar nuestra ruta), lavar ropa, tomar una ducha caliente (ya que en la jungla el agua venía directamente de un riachuelo) y cenar una pizza.

Tras un sueño reparador, y un retraso en el avión (a veces, cuando hay varios vuelos medio vacíos, cancelan algún vuelo y juntan a todos los viajeros en el siguiente vuelo), llegó el momento de volver de nuevo a La Paz, donde tomaríamos un autobús hasta Copacabana, a orillas del lago Titicaca. Pero como este post se ha alargado más de la cuenta, os contaremos el resto más adelante.

Como resumen de la aventura, ha sido algo espectacular y que tardaremos mucho tiempo en olvidar, aunque os confesaremos que todos estábamos contentos de volver a la civilización… Y como consejo para todos los que viajéis a Rurrenabaque y deseéis hacer alguno de los tours, os aconsejamos elegir una compañía que, aunque sea algo más cara, se preocupe por el medio ambiente y ofrezca un buen servicio (grupos reducidos, buena comida, etc.). ¡Mashaquipe tours altamente recomendada!

Precios medios:

Tour 4 noches jungla-pampas (todo incluído): 270 Euros

Vuelo La Paz – Rurrenabaque: 60 Euros

Noche de hotel en Rurrenabaque: 5 Euros/persona

Lavandería para 3 kilos de ropa llena de barro (y cosas peores): 3 Euros

A punto de subir al avioncito...

A punto de subir al avioncito…

Nuestra barca

Nuestra barca

Vista de la jungla desde un mirador

Vista de la jungla desde un mirador

Puesta de Sol en la jungla

Puesta de Sol en la jungla

Nuestro dormitorio en la selva

Nuestro dormitorio en la selva

Un árbol muy muy grande

Un árbol muy muy grande

Montando la balsa para el rafting

Montando la balsa para el rafting

Un capibara nos observa desde la orilla

Un capibara nos observa desde la orilla

Me pareció ver un lindo caimán...

Me pareció ver un lindo caimán…

Un refrescante bañito en el río

Un refrescante bañito en el río

Con el uniforme reglamentario para buscar anacondas

Con el uniforme reglamentario para buscar anacondas

Un simpático caimán

Un simpático caimán

En busca de la anaconda...

En busca de la anaconda…

29 agosto, 2012

Sucre y La Paz: las dos capitales de Bolivia

12 – 21 de agosto 2012

En todos los libros de geografía (o “Sociales”, como se llamaba en mi época de EGB) pone que la capital de Bolivia es La Paz. Lo que pocos saben, entre ellos nosotros hasta hace poco, es que realmente Sucre es su capital constitucional (y sede del órgano judicial), aunque La Paz es la sede de los órganos ejecutivo, legislativo y electoral. Y para liarnos aún más, la ciudad con más habitantes es Santa Cruz de La Sierra, uno de los centros económicos del país. ¡Todo un jaleo! En cualquier caso, los habitantes de Sucre no están muy contentos de que en 1898, La Paz fuera nombrada capital de facto, e incluso de habla de plantear un referéndum para volver a traer todos los órganos de gobierno a la ciudad…

Capitalidades aparte, llegamos a Sucre desde Potosí en un taxi compartido, y en menos de 3 horas estábamos en la ciudad. Era un domingo, día en que la ciudad está irreconocible puesto que apenas hay coches por la calle, y la mayoría de comercios y restaurantes están cerrados. No nos importó demasiado, porque gracias a eso descubrimos el restaurante “El Mirador”, situado en lo alto del cerro de la Recoleta; uno de los pocos que abren en domingo, y donde preparan unas abundantes y deliciosas pastas (también unos copiosos desayunos, aunque eso no lo descubriríamos hasta el último día).

Sucre es una ciudad agradable para pasear, cuyo centro con casitas bajas recuerda más a un pueblo que a una capital. Parece ser que también es un popular destino para aprender español, por lo que abundan las academias de idiomas. Y para nuestra sorpresa, también hay numerosos y deliciosos restaurantes y cafés.

Durante las 4 primeras noches, en las que nos quedamos en el hostal “La Dolce Vita”, nos dedicamos a recorrer a pie la ciudad, y visitar los lugares más turísticos: La Recoleta, la Casa de la Libertad, el mercado municipal, el museo de arte indígena, el convento de San Felipe Neri (desde cuyo campanario hay unas vistas impresionantes de la ciudad)…

Precisamente en este hostal conocimos a unos franceses que nos demostraron que nuestro viaje es de lo más normalito del mundo: ellos viajan durante 16 meses (el mismo tiempo que nosotros), desde Canadá a Buenos Aires, ¡en bicicleta y tienda de campaña! Pero, por si esto no sonaba lo suficientemente atrevido, os contamos la siguiente parte: la pareja viaja con 3 hijos, de 10, 8 y 6 años… ¡Ahí queda eso!

La última noche nos mudamos a casa de Doris, la madre de nuestra amiga Lilyan (a quien conocimos en nuestra estancia en La Palma), quien nos invitó a quedarnos con ella. ¡Muchas gracias por vuestra hospitalidad! Esos últimos días aprovechamos para ir a ver un espectáculo de baile folklórico en “Orígenes” (que curiosamente quedaba justo enfrente de casa de Doris), y al día siguiente, y ya que nuestro autobús no salía hasta la noche, fuimos al cine, algo que no hacíamos desde La India.

Campanario en San Felipe Neri

Campanario en San Felipe Neri

Una sueca en el mirador de la Recoleta

Una sueca en el mirador de la Recoleta

Claustro en el museo de la Recoleta

Claustro en el museo de la Recoleta

Pero todo lo bueno se acaba, y llegó el momento de tomar un nuevo autobús nocturno en dirección a La Paz. Los días antes hubo un bloqueo de carreteras, así que no estábamos seguros de que nuestro autobús saldría; afortunadamente el día antes, el bloqueo de carreteras (una manera común de reivindicación en Bolivia) terminó y nuestro autobús, esta vez con baño, salió en hora, y a las 8 de la mañana del día siguiente, con un frío tremendo (a pesar de que nos habían dado una manta), entrábamos en La Paz, a más de 4.000 metros de altura.

Los primeros días en La Paz aprovechamos para conocer el centro, el mercado de las brujas (donde uno puede conseguir cosas tan variopintas como fetos de llama), la plaza con su catedral… También nos hicimos aficionados al “café del mundo”, abierto por una chica sueca, y pudimos tomar las típicas bolas de chocolate del país nórdico.

El tercer día hicimos una excursión a la montaña “Chalcantaya”, a más de 5.000 metros de altura, pero como ese día nevó tuvimos que volver antes de lo previsto. La excursión terminaba en el pintoresco “Valle de la Luna”, donde la erosión ha dejado una multitud de formas curiosas sobre el terreno de arcilla.

Al día siguiente llegó nuestra amiga Olivia, a quien habíamos conocido en Calafate, y que había estado visitando Colombia y Ecuador. Con ella vamos a viajar los próximos días en Bolivia; ¡siempre es agradable ver caras conocidas!

Para evitarnos un mínimo de 20 horas en autobús por una carretera sin asfaltar, decidimos tomar un vuelo a Rurrenabaque (de sólo 35 minutos), donde vamos a pasar unos días en plena selva amazónica. No nos va a importar nada pasar un poco de calorcito, ¡ya va siendo hora!

Precios medios:

Cena y espectáculo en Orígenes (Sucre): 14 Euros

Autobús de Sucre a La Paz (12 horas, cama): 15 Euros

Superdesayuno en Sucre: 3,5 Euros

Feto de llama en La Paz: no se nos ocurrió preguntar

Excursión a Chalcantaya-Valle de la Luna: 12 Euros

Bola de chocolate: 70 céntimos

Chiflería en el mercado de las brujas

Chiflería en el mercado de las brujas

En el tejado de la iglesia de San Francisco

En el tejado de la iglesia de San Francisco

El tiempo no acompañó en la visita al Chalcantaya

El tiempo no acompañó en la visita al Chalcantaya

En el Valle de la Luna

En el Valle de la Luna

Valle de La Luna, La Paz

Valle de La Luna, La Paz

Plaza Murillo, en pleno centro de La Paz

Plaza Murillo, en pleno centro de La Paz

Con Olivia en la Plaza de San Francisco

Con Olivia en la Plaza de San Francisco

18 agosto, 2012

Potosí: la ciudad más alta del mundo

9-12 de agosto de 2012

Como la ciudad de Uyuni (que no el salar del mismo nombre) no tenía demasiadas atracciones para un viajero, al día siguiente, y tras un sueño reparador tomamos un autobús a Potosí. Era nuestro primer autobús en Bolivia, y habíamos oído por varias fuentes que los buses son famosos aquí por realizar largos recorridos sin realizar una sola parada para el baño, así que en el desayuno tomamos sólo un sorbito de té. No obstante, y para tranquilidad de los viajeros y lectores del blog preocupados por nuestras vejigas, os podemos contar que a las 3 horas aproximadamente hubo una parada para ir al baño (léase “detrás de un arbusto”); confiemos en que esto sea la norma en un futuro próximo.

Tras 5 horas de bonito paisaje montañoso, llegamos a Potosí, la ciudad considerada como la más alta del mundo (a más de 4.000 metros de altura), y origen de la expresión “esto vale un Potosí”. En efecto, al lado de la ciudad se encuentra el “Cerro Rico”, un monte donde se encuentran abundantes yacimientos de plata y otros minerales, que ha sido explotado desde el siglo XVI hasta la actualidad. Gracias a él, a finales del siglo XVIII, la ciudad era la más grande y rica de toda América Latina.

Debido a la gran altura, con la consiguiente falta de oxígeno, pasear por las empinadas calles de Potosí (¡y hasta subir las escaleras del hostal!) se convierte en una dura experiencia. Por suerte, ya veníamos de tierras altas en Uyuni y no sufrimos nada de soroche.

Potosí conserva aún muchos de los edificios coloniales de su época de esplendor: iglesias,  monasterios, viviendas y otras edificaciones, por lo que disfrutamos de varios paseos por el centro de la ciudad.

La principal atracción, por la que acuden la mayoría de los turistas, es una visita a las minas (que varios viajeros nos habían recomendado previamente), pero como a Hanna no le gustan los lugares estrechos, oscuros y llenos de polvo (y para rematar la faena, los guías hacen firmar a los visitantes a la mina un papel en el que el viajero acepta toda la responsabilidad en caso de “lesiones, enfermedad o muerte”), ella decidió una menos arriesgada visita a la Casa Nacional de la Moneda, mientras yo me aventuraba en las profundidades de la mina.

La excursión, que duró unas 5 horas en total (2 de ellas dentro de la mina), comenzó con una visita a una típica tienda donde los mineros se abastecen de casi todo su material, con una explicación (puramente teórica) del funcionamiento de la dinamita. Después continuamos hasta el “mercado del minero”, donde pudimos comprar algo de coca y refrescos como regalo para los mineros que nos encontraríamos bajo tierra. Es habitual que los trabajadores de la mina pasen horas sin comer nada, así que pasan la mayor parte del tiempo masticando coca (según nos contaba el guía, se ha estimado que los mineros gastan una media de un 13% de su sueldo en hojas de coca).

También tuvimos ocasión de visitar una planta de procesado de minerales, donde los mineros llevan lo que han extraído de la mina. Allí, en función de la cantidad y calidad del mineral, reciben su paga. Los guías (todos ellos antiguos trabajadores de la mina) nos contaban que cada minero trabaja de forma individual, decidiendo por sí mismo dónde excavar, y obteniendo una paga según el material extraído.

Y después de todas las explicaciones teóricas, llegó el momento de equiparse bien: nos prestaron unas botas de agua, un mono de trabajo no demasiado limpio y un casco con luz frontal, y nos llevaron a la entrada de la mina. Durante dos horas estuvimos caminando por los túneles, evitando las vagonetas y hablando con mineros, que compartieron con nosotros su bebida tradicional: alcohol de caña de azúcar de 96º, que por suerte los que nos cruzamos tomaban diluido con agua, y a los que tuvimos la ocasión de preguntar todas nuestras dudas, mientras ellos se tomaban su momento de descanso, y compartíamos con ellos refresco y hojas de coca. Entre las cosas más interesantes, nos contaba uno de ellos que en su mejor semana pudo conseguir unos 20.000 bolivianos (cerca de 2.400€), y en su peor, 50 (6€). Debido a que cada uno excava en lugares distintos, siguiendo su intuición, la paga varía de un mes a otro, pero en general, está bastante bien pagado (otra cosa es que las condiciones de trabajo no sean muy recomendables; muchos de ellos fallecen de enfermedades respiratorias tras pocos años trabajando allí).

También tuvimos oportunidad de sentarnos junto al “Tío”, representación de un diablo andino, al que los mineros realizan ofrendas variadas para que les ofrezca protección y suerte en la mina, y al que muchos de ellos aseguran haberse encontrado mientras trabajaban. Independientemente de su religión/creencias cuando se encuentran al aire libre, casi todos los mineros tienen un profundo respeto por “el Tío” cuando se encuentran dentro de la mina.

Dos horas más tarde, y mucho más sucios de lo que entramos, aparecimos por una de las salidas. Había sido una experiencia muy interesante, pero todos estábamos contentos de ver la luz del Sol de nuevo.

El resto del tiempo en Potosí aprovechamos para pasear por su centro histórico, tomar algún que otro café con leche (que resultó ser, para nuestra decepción, Nestcafé) y probar dulces típicos del lugar.

 

Precios medios

Tour por las minas: 12 Euros

Menú del día en un vegetariano: 2,4 Euros

Bolsa de palomitas de maíz: 12 céntimos

Bolsa de hojas de coca: 60 céntimos

 

Calles de Potosí

Calles de Potosí

Esto vale un Potosí!

El autobús era realmente caro: ¡vale un Potosí!

Cerro Rico

Cerro Rico

Vista de la ciudad desde el cerro

Vista de la ciudad desde el cerro

Mercado del minero

Mercado del minero

Mineros mascando coca

Mineros mascando coca

Entramos a la mina

Entramos a la mina

Los guías con "El Tío"

Los guías con «El Tío»

Soy minerooo...

Soy minerooo…

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10 agosto, 2012

Tupiza – Uyuni

27 de julio – 8 de agosto de 2012

Después de 3 semanas muy intensas con la familia, nos tomamos unos días de relax en Salta. Allí nos quedamos en un hostal muy acogedor llamado “Salta por Siempre” y quizás eso contribuyó a que nos quedáramos al final una semana entera. De esos días no os podemos contar nada interesante, pero un poco de rutina no nos vino nada mal. Subíamos todas las mañanas el cerro San Bernardo, cocinábamos en la excelente cocina del hostal, tomamos buenos cafés en la plaza…

Cuando nos encontramos descansados, ya era hora para despedirse de Argentina tras 2 meses y medio y compramos el billete de autobús a la frontera con Bolivia. Se puede hacer el viaje a Tupiza, Bolivia, en un largo día, pero como no vamos con los días contados decidimos parar en La Quiaca (el pueblo más al norte del país, a más de 5000 kms de Ushuaia). Allí no hay mucho que hacer (ni para comer!), pero hay un par de hostales aceptables, y pasamos la noche.

La mañana siguiente cruzamos la frontera de Bolivia. Convencimos al policía de inmigración para ponernos dos meses en el país (normalmente son 30 días). El primer pueblo en el lado boliviano es Villazón, un sitio polvoriento y un poco caótico. Cruzamos el pueblo andando hasta la terminal de autobuses. Desafortunadamente, el siguiente autobús a Tupiza no salía hasta 4 horas más tarde así que cogimos un taxi compartido que hizo el viaje mucho más rápido y solo costaba algún eurillo más.

Llegamos a mediodía a Tupiza, un pueblo muy tranquilo a 3000 metros de altura. El pueblo no tiene muchas cosas para ver, pero los alrededores son fantásticos, como sacados de alguna película del Salvaje Oeste. Aquí nos quedamos en otro hostal muy bueno: Los Salares. Los encantadores dueños nos organizaron una cabalgata para el día siguiente- cosa que habíamos querido hacer desde hace tiempo pero que nuestro presupuesto no nos permitía en Argentina. Durante tres horas nos sentimos como auténticos jinetes. Nos acompañaron una pareja francesa del hostal, Pierre y Marion, que además hicieron el tour a Uyuni con nosotros.

Tras recomendaciones de Emelie y Scott, unos amigos que conocimos en Argentina, organizamos el tour al Salar de Uyuni a través del hostal. Hay tantas agencias que ofrecen más o menos lo mismo- pero es una verdadera jaqueca investigar y compararlas. La mayoría de la gente sale directamente desde Uyuni en un tour más corto, pero entonces se pierden sitios realmente mágicos en la esquina suroeste del país. El viaje se hace en un 4×4 por unos caminos de tierra en muy malas condiciones (una vez incluso tuvimos que empujar el coche por haberse atascado en el barro) a unas alturas entre 3000 – 5000 metros. Son 4 días bastante duros, con muchos madrugones, sin ducha y durmiendo en “hospedajes” sin ningún tipo de calefacción (por la noche las temperaturas bajaban de 0- dormimos con 8 mantas y saco de dormir!). No hay ningún sitio para comer sino que cada grupo trae a su propia cocinera que tiene que llevar todos los ingredientes y el gas para cocinar desde Tupiza. Nuestra cocinera Mabel nos preparó una rica lasaña vegetal a más de 4000m de altura- eso sí tiene mérito!

¡Pero a pesar de los pequeños inconvenientes, este tour vale la pena!  Desde luego es uno de los lugares más mágicos que hemos visto en un año de viaje. Los primeros tres días vimos muchas lagunas de diferentes colores (¡y olores!), volcanes, flamencos, géiseres y desiertos en la zona sudoeste del país, pegada a Argentina y Chile. El cuarto día madrugamos aún más para ver el amanecer en el Salar de Uyuni. El frío y el cansancio ya no nos importaban: era realmente maravilloso ver cómo el sol iba apareciendo en el horizonte iluminando poco a poco la inmensidad del Salar. Es el lugar ideal para dar rienda suelta a la imaginación y hacer fotos graciosas. Es el salar más grande del mundo: son 150 kms para atravesarlo de punta a punta, y el centro tiene una profundidad de cerca de 8 metros de pura sal. Desayunos en una “isla” en medio del salar llamado Incahuasi (“casa del Inca”) donde, aparte de unas vistas fantásticas, había muchos cactus de gran altura, algunos de los cuales tenían cientos de años.

El tour nos dejó en Uyuni, donde nos despedimos tras 5 días de Pierre y Marion que volvían a Tupiza. ¡Gracias por estos días chicos! Uyuni pueblo no tiene nada para ver, pero queda más cerca a Potosí, la ciudad más alta del mundo y nuestro siguiente destino. Nos maravillamos otra vez de los precios de Bolivia- el billete de autobús de Uyuni a Potosí (6h) nos salió por apenas 3 euros.

Precios medios:

Autobús Salta – La Quiaca (7h): 20 euros

Tour de 3n/4d de Uyuni: 160 euros

Taxi compartido desde Villazón a Tupiza: 3 euros

Habitación doble con desayuno en Tupiza: 13 euros

Cabalgata de 3horas en lo alrededores de Tupiza: 11 euros

Tupiza

Tupiza

altura

uy uy

En el desierto de Dalí

Hostal hecho de sal

Con saco y 8 mantas

Géiseres

La laguna verde

Flamencos

Uno de los volcanes

Por aqui pasa el tren a Chile, alguna vez por semana

Isla Inca Huasi

Amanecer

Con Marion y Pierre en el Salar

Haciendo experimentos con la cámara en el Salar