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Mar 08

Melbourne, última parada en Australia

by in Australia

Después de casi 3 semanas de viaje por la campiña australiana, tocaba el turno para Melbourne, la segunda ciudad más grande de Australia, y la eterna “enemiga” de Sidney.

Todo el mundo que habíamos encontrado nos había contado que Melbourne es incluso más agradable que Sidney, y nos costaba creerlo, porque lo nuestro con Sidney había sido “amor a primera vista”, pero la verdad es que Mel no nos decepcionó (la tercera ciudad en discordia, Canberra, aparte de ser la capital de país [acuerdo Salomónico para no dársela ni a Sidney ni a Melbourne], no tiene gran cosa por visitar, así que ni siquiera la hemos visitado).

Con un ambiente más alternativo que Sidney (aquí estábamos claramente fuera de lugar con nuestra ropa marca Quechua), esta ciudad de poco más de 4 millones de habitantes tiene una miríada de restaurantes, y cuenta la leyenda (y uno de los folletos de la oficina de turismo) que es posible encontrar un café cada 20 metros. Puede ser una exageración, ¡pero no debe andar muy lejos de eso! En cualquier sitio se puede degustar un delicioso cappuccino, gracias a una arraigada cultura de café, herencia de los numerosos inmigrantes italianos. En esta ciudad abunda el gusto por la buena comida, y el arte, con un toque bohemio. Incluso las fábricas de algunos de los antiguos barrios obreros han sido reconvertidas a restaurantes ‘cool’.

La primera noche la pasamos en un cámping en las afueras, y como era tarde y llovía a cántaros, sólo dimos un paseo por los alrededores (ya habíamos tenido ocasión de comprobar cómo era el centro de Melbourne, debido a que por un error, no metimos con la caravana por pleno centro, en lugar de rodear la ciudad como habíamos planeado).

A la mañana siguiente cogimos el autobús hasta el centro, y nos fuimos derechos a la estupenda oficina de información turística que hay en Federation Square, donde nos ayudaron a preparar nuestra ruta para los siguientes días. Además de la gente que trabaja en la oficina, en algunas calles es posible encontrar a voluntarios (generalmente mujeres mayores) con un chaleco rojo chillón, que amablemente atienden todas las preguntas de los turistas.

Moverse por el centro de Melbourne es fácil para los turistas, debido a que tienen un autobús y un tranvía que recorre los principales puntos turísticos del centro de la ciudad, siendo posible bajarse y montarse de nuevo en cualquiera de las paradas (sospechamos que para financiar estos servicios gratuitos, el autobús al aeropuerto cuesta la friolera de 17 dólares [unos 14 Euros] por persona). Una de las paradas era Lygon street, el barrio italiano por excelencia (también está el barrio griego, y como no, la eterna Chinatown), donde probamos la mejor pizza de todo el viaje, y un cappuccino fantástico. Nos ha dado pena quedarnos tan pocos días aquí, ¡haría falta un año entero para probar todos los deliciosos restaurantes de esta ciudad!

También aprovechamos para visitar el “Remembrance Shrine” (santuario del recuerdo), dedicado a todos los australianos que han perdido su vida en las diversas guerras en las que han participado. Para los aussies, que no han tenido ninguna guerra en su territorio (a excepción de un breve ataque japonés en la II Guerra Mundial), los desplazamientos al frente eran, sobre todo en los conflictos más antiguos (I Guerra Mundial) eran largos y difíciles, y en los tiempos en los que las comunicaciones eran lentas (únicamente por carta), era complicado tener noticias de los familiares en el frente de batalla.

El tercer día teníamos que devolver nuestra Jucy Crib (la caravana) que había sido nuestro transporte, casa y cama durante las últimas 3 semanas. Después de dejarla, nos dirigimos al hotel que habíamos reservado, donde íbamos a disfrutar de una cama de verdad, ¡con sábanas limpias! A veces uno necesita salir de su zona de confort para apreciar estos pequeños placeres de la vida…

El día fue tranquilo, paseando por varios de los rincones del centro (xxxxx, qué hicimos aquí, biblioteca…). Nos había gustado tanto el cappuccino del día anterior, que volvimos al mismo sitio.

Si el día anterior fue relajado, el último lo fue más. A las 12 de la noche teníamos que coger el vuelo a Fiji, así que teníamos todo el día por delante. Dejamos las maletas en el hotel, y nos dirigimos de nuevo hacia el centro. Pasamos el día paseando, confirmando que la comida china no es nuestra favorita, y, seguro que a estas alturas podéis averiguarlo, tomando nuestro último cappuccino (esta vez en otro café). Cuando nos cansamos, nos dirigimos al aeropuerto en autobús (los 17 dólares/persona no son nada en comparación a lo que puede costar un taxi, así que no nos quejamos). Hicimos hora hasta que abrieron los mostradores de facturación, donde un señor con camisa hawaiana y un collar hecho de caracolas marinas nos preparó la tarjeta de embarque.

Acababa así nuestra aventura australiana, y nos dirigíamos rumbo a Fiji, en medio del Pacífico, donde vamos a pasar un par de semanass, disfrutando de sus playas de arena blanca, sus aguas cristalinas, y de uno de los pueblos más hospitalarios, amables y felices del mundo. ¿Se puede pedir algo más? Bueno, sí: que sepan preparar buen cappuccino, pero no se puede tener todo… ¿o sí? “Bula, Fiji!”

Precios medios:

Cappuccino precio estándar: algo menos de 3 euros

Habitación doble en Claremont Hotel: 55 euros

Entrada a museos: la mayoría gratis (a los que había que pagar, no hemos entrado, ¡había mucho donde elegir!)

 

Centro de Melbourne

Centro de Melbourne

Shrine of Remembrance

Shrine of Remembrance

Dentro del Shrine (dosis de patriotismo Aussie)

Dentro del Shrine (dosis de patriotismo Aussie)

Una pizza deliciosa!

Una pizza deliciosa!

Federation Square

Federation Square

Una ciudad moderna

Una ciudad moderna

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